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Oyeron los viajeros la información a la salida de Lisboa y no le dieron la menor importancia, por venir introducida la noticia entre otras que igualmente se referían al alejamiento de la península y que, de importancia, tampoco parecían tener mucha. Ahora que Joaquim Sassa y Pedro Orce parecen estar definitivamente libres del furor analítico de la ciencia y no hay nada que temer de las autoridades, podría volver cada cual a su casa, y también José Anaiço, de quien los estorninos se han desinteresado inesperadamente, pero esta aparecida mujer hizo, por así decirlo, que todo volviera al principio, cosa, por otra parte, que siempre ocurre con ellas, aunque no siempre de tan radical manera. La mañana, con un vientecillo que parecía un soplo juguetón, no prometía un día caluroso. Vamos, preguntó José Anaiço, Vamos, respondieron todos, incluyendo a Joana Carda que vino a buscarlos. Presentados así los datos del problema, parece que deberían estos dos viajar en el asiento trasero, e ir delante, lógicamente, el piloto y el copiloto. Pero el palo de negrillo es demasiado grande para ir delante, y por nada del mundo se separaría de él Joana Carda, como entendieron todos. Sentémonos, pues, y en marcha. El viaje no tuvo historia, es lo que siempre dicen los narradores apresurados cuando creen poder convencernos de que en los diez minutos o diez horas que van a pasar nada sucedió merecedor de señalada mención. En este caso nuestro, por ejemplo, sería imposible no encontrar alguna significación en el hecho de que Joana Carda, con toda naturalidad, acompañara a José Anaiço cuando él ocupó el lugar de Joaquim Sassa, a quien le apeteció descansar del volante, y de, no se sabe con qué gimnasias, haber conseguido ella acomodar delante el palo de negrillo, sin embarazo para la conducción ni perjuicio para la visibilidad. Se veían pocos automóviles abandonados en la carretera, y ésos, invariablemente, estaban incompletos, les faltaban las ruedas, los faros, los retrovisores, las escobillas, una puerta, todas las puertas, los asientos, algunos coches aparecían reducidos a su simple cascarón, como cangrejos sin sustancia. Muchas eran las personas que viajaban solas, pero también había familias aparentemente completas, con viejos, y jóvenes, e inocentes. Tres veces quiso Joaquim Sassa preguntarle a las personas hacia dónde iban, y siempre la respuesta fue la misma, Por ahí, a ver mundo. Estaban ya cerca de saberlo. No pararon hasta Soure, se metieron por carreteras estrechas que se cruzaban, bifurcaban y trifurcaban, y algunas veces parecían dar vueltas sobre sí, hasta que llegaron a una aldea cuyo nombre se anunciaba a la entrada en un tablón, Ereira, y Joana Carda Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial, Aquí es. Si este pensamiento fuese de Pedro Orce, a la historia vendrían infaliblemente Don Quijote y su triste figura, la que tiene y la que hizo, en cueros, saltando como loco en medio de los peñascos de sierra Morena, pero sería un despropósito traer a colación tales episodios de la andante caballería, por eso Pedro Orce, al salir del coche, se limita a comprobar, de pies en el suelo, que la tierra sigue temblando. Arrastra el pie por el suelo, borrando la raya como un rasero, pisa y comprime, es como un sacrilegio. Entre la parte que fue destruida y el resto, hacia un lado y otro, no hay señal de separación de los efectos, primero y segundo. Dice Joana Carda, con voz un poco estridente por el nerviosismo, La barrí, le eché agua, y aparece siempre, si quieren probar, hasta le puse piedras encima, y cuando las quité, todo volvió a lo mismo, prueben, prueben si no lo acaban de creer. Joaquim Sassa se inclinó, enterró los dedos en el suelo blando, arrancó un puñado de tierra, lo lanzó lejos, y de inmediato se restableció la raya. Probó ahora José Anaiço, pero éste pidió la vara a Joana Carda, hizo con ella una raya profunda al lado de la primera, luego la pisó en toda su anchura. La raya no se rehizo. Haga ahora lo mismo, dijo José Anaiço a Joana Carda. La punta de la vara se clavó en el suelo, fue arrastrada, abrió una herida larga, cerrada inmediatamente como una cicatriz defectuosa cuando la pisaron, y así quedó. Dijo José Anaiço, No es cuestión del palo ni de la persona, fue el momento, el momento es lo que cuenta. Entonces, Joaquim Sassa hizo lo que debía hacerse, levantó del suelo una de las piedras de que se había servido Joana Carda, en peso y en tamaño semejante a la que un día lanzó al mar y usando toda la fuerza que tenía la tiró lejos, hasta donde alcanzaba, cayó donde naturalmente debía caer, a pocos pasos, es sólo esto lo que puede la fuerza humana. Pedro Orce asistió a las pruebas y experiencias, pero no quiso ser parte, tal vez por bastarle la tierra que bajo sus pies seguía temblando. Los miró demoradamente y luego atravesó el claro, era un animal grande y robusto, de pelo leonado, que de repente en una banda de sol pareció incendiarse en fuego vivo. Inquieto, Joaquim Sassa le tiró una piedra, de las corrientes, No me gustan los perros, pero no le acertó. El perro se detuvo, nada asustado, nada amenazador, se detuvo sólo para mirar, no ladró siquiera. Joaquim Sassa quiso bromear, aliviar su propia tensión, Guarde la vara, Joana, puede necesitarla si andan por aquí Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial de ese tamaño, Por el comportamiento, poca fiera es ésa. Cuando llegaron Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial coche vieron de nuevo al perro. Joaquim Sassa agarró otra vez una piedra, pero no la tiró. Azores, verano atlánticoEl animal, pese a la amenaza, no se había movido. Pedro Orce se acercó a él, tendió la mano en un gesto de paz, como para acariciarlo. El perro se quedó quieto, con la cabeza alzada. Pedro Orce le pasó la mano por el lomo, luego se volvió hacia sus compañeros, Hay momentos que avisan cuando llegan, la tierra tiembla bajo las patas de este perro. No ladró, no mostró los dientes, le dejó indiferente la amenaza del palo, que de gesto no pasó. Pedro Orce, como antes había hecho, se acercó al animal, puso la mano en la cabezorra. El perro cerró ojos bajo la caricia, de una manera afligida, si palabra cabe, que es de perros de lo que hablamos no de personas sensibles que practican la Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial, y luego se levantó, miró a los humanos uno a uno, les dio tiempo para entender y empezó a andar. Recorrió unos diez metros, se detuvo, quedó a la espera. La experiencia nos ha enseñado, y también las películas y las novelas abundan en semejantes demostraciones, Lassie, por ejemplo, dominaba perfectamente esta técnica, nos dice la experiencia que un perro siempre hace esto cuando quiere que lo sigamos. No es preciso ser inteligente como un hombre para entender esto, si un simple perro tan sencillamente y de modo tan natural lo sabe comunicar. Digamos que hizo lo que debía. Tercera y decisiva comprobación fue que habiendo entrado los cuatro en Dos Caballos, empezó el coche a andar, y porque quiso el azar que Dos Caballos estuviese en la dirección correcta, el perro se puso delante, y esta vez no para impedir que avanzara, sino para abrir camino. Todos estos manejos ocurrieron sin asistencia de curiosos porque, como otras veces aconteció desde el inicio de este relato, ciertos importantes episodios siempre ocurrieron a la entrada y salida de villas y ciudades, y no dentro de ellas Como Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial general acontece, y esto sin duda merecería explicación, pero no somos competentes para darla, paciencia. Se hizo allí un silencio. El perro va a tumbarse frente al coche, a tres pasos, apoya la cabeza en las patas delanteras extendidas, espera sin impaciencia. Y es entonces cuando Joana Carda dice, Yo estoy dispuesta a ir a donde nos lleve, si para eso ha venido, cuando lleguemos al destino sabremos. Dificultades como ésta parecen nudos ciegos, tanto pueden las conveniencias de la sociedad y de la familia. Pedro Orce salió del coche, el perro se levantó al ver que se acercaba, y allí, en la penumbra, se quedaron conversando los dos, por lo menos eso diríamos, pese a saber que este perro ni de ladrar es capaz. Joana Carda llegó matutina, pero José Anaiço estaba ya a la espera en el automóvil, fue así porque los otros dos hombres procuraron que los enamorados pudieran estar solos y conversar antes de que todos iniciaran el viaje, en qué dirección todavía no se sabe. El perro pasó la noche al abrigo del automóvil, pero ahora paseaba por la playa acompañando a Pedro Orce y a Joaquim Sassa, rozando la cabeza en la pierna del español, cuya compañía particular manifiestamente había elegido. Un brazo que hace un gesto, otro a lo lejos que responde, lentos por la arena vienen Pedro Orce y Joaquim Sassa, el perro grande y manso entre los dos. A esta declaración toda negativa, no supo Pedro Orce qué responder. Con el hilo azul colgando de la boca. Apostemos a que en nuestro final futuro seremos un país solo, quintaesencia del espíritu europeo, sublimado perfecto, Europa, es decir, Suiza. Pero, si hay de esos europeos, también hay europeos de éstos. De la noche a la mañana Europa apareció cubierta de estas pintadas. El fenómeno empezó siendo menospreciado, sus expresiones blanco de irrisión. Pero no tardaron las autoridades en inquietarse ante un proceso que esta vez no podía atribuirse a maniobras del exterior, siendo también el exterior campo de la misma maniobra subversiva, y esta circunstancia ahorró al menos el trabajo de investigar qué exterior sería ése, nominalmente identificado. Estas personas trazaron el negro cuadro de las realidades ibéricas, aconsejaron, con mucha caridad y conocimiento de causa, a los turbulentos que imprudentemente estaban poniendo en peligro la identidad europea, y concluyeron su intervención en el debate con una frase definitiva, clavando sus ojos en los ojos del espectador, en actitud de gran franqueza, Haga como yo, elija Europa. Se comprende la precaución. Cabe discutir si los jóvenes, bien provistos de razones, habrían renunciado a la acción directa, aunque sólo fuera por el efecto sedante de la inteligencia, al contrario de lo que ha sido convicción Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial el inicio de los siglos. Mientras éstos viajan hacia el norte, Joaquim Sassa dijo, Si pasamos por Porto nos quedamos todos en casa, centenares de miles, millones de jóvenes en todo el continente salieron a la calle a la misma hora, armados no de razones sino de bastones, de cadenas de bicicleta, de navajas, de bicheros, de lemas, de tijeras, como si hubieran enloquecido de rabia, y también de frustración y de anticipado dolor, y gritaban, Nosotros también somos ibéricos, con la misma desesperación que hacía gemir a los comerciantes, Pero nosotros no tenemos la culpa. De no ser por los norteamericanos, estos viajeros tendrían que ir a pie, si es que se empeñan en seguir tras el perro. Cuando se detuvieron para almorzar, el animal se quedó fuera del restaurante, sin resistencia, debió de comprender que sus compañeros humanos necesitaban alimentarse. El perro movió la cabeza, movimiento que no hemos aprendido a traducir. Centro sin posible dimisión de toda creación cultural, Europa, en estos días de turbación, muestra al fin Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial carencia de buen sentido. José Anaiço no abrió la boca, qué iba a decir él, haría pésima figura si se pusiera en plan seductor y peor si afectara un aire escandalizado, lo mejor es callar, no es preciso pensar mucho para comprender que sólo Joana Carda podía haber dicho las palabras de compromiso, imaginemos la grosería si él las hubiera pronunciado sin consultar primero, e incluso así, aunque le preguntase si estaba de acuerdo, hay actitudes que sólo una mujer puede tomar, depende de la circunstancia y del momento, eso es, el momento, aquel exacto segundo colocado entre dos que provocarían el error y el desastre. El dormitorio queda al lado mismo, hay una ventana alta, junto al techo, manera de prolongar la luz del día, y que ni cortina tiene, se comprende lo que pudiera parecer una falta de recato, en la casa vive un hombre solo, aunque Joaquim Sassa tuviera esos pervertidos gustos no podría acecharse a sí mismo, digamos en todo caso que sería muy interesante, aparte de educativo, ser por una vez acechadores de nosotros mismos, es probable que no nos gustara. Pedro Orce, por su parte, de tan cansado se quedó dormido en un instante, se volvió hacia fuera, dejó caer el brazo sobre el lomo del perro, que se tumbó allí, el temblor del uno es el temblor del otro, el sueño tal vez el mismo. Pedro Orce fue el primero en despertarse, por una rendija estrecha de la ventana tocó su boca cansada el dedo ceniciento del alba, soñó entonces que una mujer lo besaba, ah cómo luchó para que el sueño se mantuviera y durara, pero los ojos se le abrieron, y los labios estaban secos, ninguna boca dejó en su boca la verdad de la saliva, la fértil humedad. El perro levantó la cabeza, se lamió las patas, y miró fijamente a Pedro Orce en la penumbra espesa del cuarto, era imposible descubrir de dónde podría venir la luz que en sus pupilas se reflejaba. Pedro Orce acarició al animal, y éste, una sola vez, lamió su mano delgada. Con los movimientos se despertó Joaquim Sassa, al principio sin norte del sitio donde estaba, aunque fuese su propia casa, sería por extrañar la cama donde raramente dormía, y la compañía. En este caso no parecía que hubiesen cambiado. El perro se levantó, grande, corpulento, y caminó hasta la puerta cerrada. Acudió el perro a la voz de Pedro Orce, se tumbó sin resistencia, los hombres ahora hablaban muy bajo, decía Joaquim Sassa, Voy a sacar Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial dinero que tengo en el banco, no es mucho, y pediré algo prestado, y cuando se acabe, Puede ser que acabe la aventura antes de que se acabe el dinero, Sabe Dios lo que nos espera, Encontraremos la manera de vivir, si es necesario, se roba, esto lo dijo Joaquim Sassa sonriendo. Lo que se duda es que puedan encontrar trabajo los cuatro, si trabajo exige permanencia, estabilidad, residencia habitual, cuando su destino inmediato es andar tras un perro que de su propio destino esperamos que algo sepa, pero éste no es el tiempo en que los animales, por hablar, podían decir adónde querían ir, si no les faltasen las cuerdas vocales. A la hora de la marcha, todavía en casa, se pusieron los cuatro a mirar al perro con el aire perplejo de quien, esperando órdenes, duda tanto de quien las da como de la sensatez de obedecerlas. Salieron de la ciudad, se sabe que la carretera, pese a las curvas, sigue en la dirección justa, el perro da señales de querer salir, le abren la puerta y ahí va él, revigorizado por el descanso de la noche y por la pitanza suculenta que en casa le sirvieron. El trote es rapidísimo, Dos Caballos lo acompaña alegremente, no precisa morder la brida de impaciencia. La carretera sube, baja y luego sube otra vez, y va subiendo siempre, y cuando baja es sólo para descansar un poco, no son muy altas estas sierras, pero fatigan el corazón de Dos Caballos que jadea en las subidas, el perro va delante, altivo. Se pararon para almorzar en una pequeña fonda al borde de la carretera, otra vez el perro desapareció para ir a buscar su propia vianda y cuando volvió traía sangre en la boca, pero la razón ya la sabemos, no hay misterio alguno, si no tienes quien te llene el pesebre, arréglatelas como puedas. De nuevo en camino, siempre hacia el norte, hubo un momento en que José Anaiço dijo, era a Pedro Orce a quien se dirigía, Si seguimos así vamos a entrar en España, volvemos a tu tierra, Mi tierra es Andalucía, Tierra y país, todo es lo mismo, Qué va, podemos no conocer nuestro país, pero conocemos nuestra tierra, Has estado alguna vez en Galicia, Nunca fui a Galicia, Galicia es la tierra de otros. Le pareció a Pedro Orce, cuando entró en el coche, que el perro había gemido en voz baja, pero sería alucinación suya, de tantas que nos acuden cuando queremos mucho una cosa, el sabio cuerpo se apiada de nosotros, simula en sí mismo la satisfacción de los deseos, el sueño es eso, o creían otra cosa, Si así no fuera, díganme cómo íbamos a ser capaces de aguantar esta insatisfactoria vida, el comentario es de la voz desconocida que habla de vez en cuando. Cuando Pedro Orce volvió a su cuarto, el perro fue tras él, pero, estando prohibido entrar, se tumbó en los peldaños de la puerta y allí se quedó, no hay palabras que puedan describir el susto y los gritos en la primera luz de la mañana, venía matutina la dueña de la pensión a inaugurar el nuevo día de trabajo, abre los batientes al frescor del amanecer y, de pronto, se alza de la estera el león de Nemea, de fauces abiertas, era sólo el bostezo de quien todavía no lo ha dormido todo, pero hasta de los bostezos hay que desconfiar cuando muestran unos dientes formidables y una lengua que, de tan roja, parece chorrear sangre. Aunque el experto animal haya hecho este camino de norte a sur, y de esto nadie tiene la certeza, la experiencia de poco le va a servir si recordamos la diferencia del punto de vista, del que, como afortunadamente no ignoramos, depende todo. Vacation, Faial, AzoresY de personas. No tuvieron tiempo de perder la paciencia. Y los días en la carretera, cara a un horizonte que no se deja aproximar. Joaquim Sassa volvió a decir que todo esto es una locura, ir tras un perro idiota hasta el fin del mundo, sin saber por qué ni para qué, a lo que Pedro Orce respondió con cierta sequedad y suspicacia, Hasta el fin del mundo no va a ser, antes llegaríamos al mar. Pero, sólo con esto, quedaron las paces hechas. A la altura de Santiago de Compostela el perro giró hacia el noroeste. Debía de estar cerca su destino, se notaba en el vigor renovado con que trotaba ahora, en la seguridad de sus jarretes, en el porte de la cabeza, en la firmeza de la cola, Joaquim Sassa tuvo que acelerar un poco a Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial Caballos para acompañar la andadura y, al acercarse así, casi hasta tocar al animal, Joana Carda exclamó, Mirad, mirad el hilo azul. Todos lo vieron. El hilo no parece el mismo. El otro, de tan sucio ya, lo mismo podía ser azul que marrón o negro, pero éste brillaba con su propio color, azul ni de cielo ni de mar, quién lo habría teñido y devanado, quién lo lavara, si era el mismo, y lo colocó otra vez en la boca del perro, diciendo, Hala. Hasta Dos Caballos no parece el coche fatigado que conocemos, dentro los pasajeros son todos hermosas criaturas, les da la luz de frente y van como bienaventurados. José Anaiço mira a Joana Carda y se estremece al verla tan bella, Joaquim Sassa baja el retrovisor para ver sus propios ojos resplandecientes y Pedro Orce contempla sus viejas manos, no son viejas, no, acaban de salir de una operación alquímica, se han vuelto inmortales, aunque el resto de su cuerpo tenga que morir. El sol rasa la cima de los montes, se adivina el mar al otro lado. Enfrente, a media ladera, hay una casa grande, de arquitectura simple, tiene un aire de abandono antiguo, pese a las señales de cultivo en los campos que la rodean. Joaquim Sassa paró el coche. Salieron todos. Pero esa hora no ha llegado todavía para ninguno de estos cuatro. Saben que su destino es aquella casa, hasta aquí los trajo el perro prodigioso, quieto como una estatua, a la espera. El sol se ha ocultado. José Anaiço volvió al coche con Joana Carda y Pedro Orce, lo puso en movimiento, y, despacio, acompañando siempre con los ojos a Joaquim Sassa, fue bajando por la carretera, no quería llegar antes que él, y tampoco mucho después, la armonía posible de las cosas depende de su equilibrio y del tiempo en que acontecen, ni demasiado pronto, ni demasiado tarde, por eso nos es tan difícil alcanzar la perfección. Cuando se detuvieron en la explanada de delante de la casa, llegaba Joaquim Sassa a diez pasos de la puerta, que estaba abierta. El perro dio un suspiro que parecía humano y se tumbó extendiendo el cuello entre las patas. Con las uñas se sacó de la boca el pedazo de hilo, lo tiro al suelo. Del interior oscuro de la casa salió una mujer. Llevaba en la mano un hilo, el mismo que Joaquim Sassa seguía sosteniendo. Joaquim Sassa fue él primero en avanzar, llevaba enrollada en la muñeca la punta del hilo azul. María Guavaira se levantó para abrir una puerta, dijo, Vean, estaba Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial Sassa a su lado, pero no lo había arrastrado el hilo, y la que vieron fue una nube azul, de un color azul que se hacía denso y casi negro en el centro, Si dejo la puerta abierta hay siempre cabos que salen, como hace un rato ese que subió por la carretera y lo trajo hasta aquí, habló María Guavaira a Joaquim Sassa, y la cocina donde se habían reunido todos quedó como desierta, sólo aquellos dos, unidos por el hilo azul, y la nube azul que parecía respirar, se oía el restallar de la leña en el hogar donde hierve un caldo de berzas adobado con hebras de carne, gallego aliviado. Entonces él quiso saber si ella vivía sola, porque hasta este momento no habían visto otras personas en la casa, y ella respondió que era viuda desde hacía tres años, que venían jornaleros a trabajar la tierra. Todavía no es noche cerrada, pero hace frío. Pedro Orce salió de casa porque no hacía allí ninguna falta. Viejo y cansado ya va estando el corazón de Pedro Orce. Pedro Orce no sabe bien si es hombre, si es pez. Baja hacia el mar, el perro va delante reconociendo y eligiendo el camino, y bien preciso era el batidor prudente y sutil, antes de nacer el día Pedro Orce, solo, no encontraría la entrada y la salida de este laberinto de piedras. Al fin llegaron a las grandes lajas que caen hasta el mar, ahí es estremecedor el estruendo del choque de las olas. Bajo este cielo oscurísimo y los gritos del mar, si la luna ahora naciese, un hombre podría morir de felicidad creyendo que se moría de angustia, de miedo, de soledad. Pedro Orce dejó de sentir frío. Pedro Orce alzó la cabeza, miró hacia abajo, hacia el valle donde estaba la casa. Parecía haber ahora sobre ella un aura, un fulgor sin brillo, una especie de luz no luminosa, si esta frase, que, igual que todas las otras, sólo de palabras puede componerse, llega al entendimiento con unívoco sentido. Al recuerdo de Pedro Orce vino aquel epiléptico de Orce que, tras los ataques que lo derribaban, intentaba explicar las confusas sensaciones con que se anunciaban, sería una vibración de las partículas invisibles del aire, sería la irradiación de una energía como el calor en la distancia, sería la distorsión de los rayos luminosos en el límite de su alcance, esta noche, verdaderamente, se ha poblado de asombros, el hilo y la nube de lana azul, la nave de piedra varada sobre las lajas de la costa, ahora una casa que prodigiosamente se estremece, o así lo diríamos viéndola desde aquí. La imagen oscila, se funden los contornos, de repente parece apartarse hasta convertirse en un punto casi invisible, luego regresa, latiendo lentamente. Durante un instante temió Pedro Orce quedarse abandonado en este otro desierto, pero el susto pasó, fue sólo el tiempo de comprender que allí abajo se habían reunido María Guavaira y Joaquim Sassa, los tiempos han cambiado mucho, ahora es llegar y llenar la alforja, si se me permite esta plebeya y arcaica comparación. María Guavaira despertó con la primera luz del alba. Estaba en su cuarto, en la cama, y había un hombre dormido a su lado. Oía su respiración, profunda, como si anduviera transportando desde la médula de los huesos el renuevo de sus fuerzas, y, medio inconsciente, quiso que su propia respiración acompañara a la de él. El movimiento diferente del pecho hizo que reparara en su desnudez. Se recorrió el cuerpo con la manos, desde el centro de los muslos, rodeando el pubis, después por el vientre hasta los senos, y de pronto recordó su grito de asombro cuando dentro de sí el gozo explotó como un sol. Durante unos minutos se le cerraron los ojos, cuando los abrió vio que Joaquim Sassa se había despertado, sintió la dureza de su cuerpo, y jadeando de ansiedad, se abrió a él, no gritó, pero lloró riendo, y el día se hizo claridad. Se levantó María Guavaira y su cuerpo es blanco como Joaquim Sassa había soñado, ella dice, No quería ponerme estas ropas mías oscuras, pero no Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial tiempo ahora de buscar otras, van a llegar los hombres. Se vistió, volvió a la cama, cubrió con sus cabellos el rostro de Joaquim Sassa y lo besó, después huyó, salió del cuarto. Joaquim Sassa dio una vuelta en la cama, cerró los ojos, va a quedarse dormido. Se adivina en la atmósfera que el día de hoy va a ser de calor. Se fueron los trabajadores al campo y María Guavaira volvió a la habitación. Joaquim Sassa estaba durmiendo. Se ríen las dos en el tendedero, el viento les da en el pelo, las ropas estallan y ondean como banderas, dan ganas de gritar viva la libertad. Apareció al fin Pedro Orce, dio los buenos días y se sentó callado, se nota en su mirada cierta irritación cuando observa los aun así muy discretos gestos de ternura con que se expresan los cuatro, tanto dos por dos como todos juntos, el mundo de la alegría tiene su propio y diferente sol. Joana Carda dijo que quería ir a verlo, José Anaiço y Joaquim Sassa se mostraron de acuerdo inmediatamente, sólo María Guavaira no hablaba, se miraban ella y Pedro Orce. La neutralidad de la conclusión era una forzada y amarga ironía que no hizo reír a nadie. Estaban sentados, de momento podían estar sentados, podían estar sentados durante dieciocho días. Los perros, es sabido, no hablan, y éste ni un sonoro ladrido puede soltar en muestra de jovial aprobación. Aquel día fueron todos a la costa a ver el barco de piedra. María Guavaira llevaba sus ropas de color, ni se cuidó de plancharlas, el viento y la luz borrarían las arrugas de su larga estadía en el limbo profundo. Aun esta noche pasada, cuando Pedro Orce vio de lejos el esplendor, no fue sólo porque se amaran Joaquim Sassa y María Guavaira, diez parejas hubiesen dormido en aquella casa y se amarían todas al mismo tiempo. Alcanzan el alto del monte y es un tumulto el mar. Pedro Orce apenas reconoce los lugares, los gigantescos peñascos rodados que se amontonan, el casi invisible sendero que baja en escalones, cómo fue posible que llegara aquí de noche, incluso contando con la ayuda del perro, es proeza que no es capaz de explicarse a sí mismo. Busca con los ojos la barca de piedra y no la ve, pero ahora es María Guavaira quien se coloca al frente del grupo, ya era hora, mejor que nadie conoce los caminos. Salta el mar sobre las rocas como si estuviera luchando contra el avance de esta marea irresistible de piedras y tierra. No miran ya la barca mítica, miran las olas que se atropellan, y José Anaiço dice, Estamos de camino, lo sabemos y no lo sentimos. Y Joana Carda, Qué destino. Ésta fue la buena nueva que llevaron, festejada como se merecía, al día siguiente empezarían a escoger y dejar Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial un lado lo que fuera indispensable transportar, hubo tras la comida sesión plenaria, se hizo el inventario de las necesidades, se elaboraron listas, se cortó, se añadió, Dos Caballos iba a tener mucho que andar y que cargar. A la mañana siguiente los trabajadores no aparecieron y el motor de Dos Caballos no funcionó. Dicho así parece querer insinuarse que hay una relación cualquiera entre los dos hechos, por ejemplo, que los agrícolas ausentes se hubiesen llevado una pieza esencial del automóvil, por necesidad urgente o por maldad instante. No es así. Cuando desalentados entran en casa, sucios de aceite, con las manos desolladas de tanta lucha, casi sin herramientas, contra tuercas, tornillos y engranajes, y fueron a lavarse, dulcemente auxiliados por sus mujeres, la atmósfera era de desastre, Ahora cómo vamos a salir de aquí, preguntaba Joaquim Sassa, que como dueño del automóvil se sentía, no sólo responsable, sino culpable, le parecía una ingratitud del destino, una ofensa personal, ciertos pruritos de honra no irritan menos por el hecho de ser absurdos. Hubo unos segundos de perplejidad, reacción natural en gente acostumbrada a la locomoción automóvil y que de repente se ve obligada, por las difíciles circunstancias de la vida, a regresar a las viejas costumbres. El caballo es viejo, los vio entrar en la cuadra y volvió hacia ellos su gran ojo negro, asustado por la luz y el alboroto. Y no se olvidó de dejar muy claro y explicado que tanto él como sus ministros se consideraban al servicio Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial país para, en nuevas o diferentes funciones, colaborar en la salvación de la patria y contribuir a la felicidad del pueblo. Pero Grullo diría lo mismo, y diría bien. Porque, qué es una isla. Los países de Europa, donde afortunadamente se ha comprobado un cierto descenso de tono en el lenguaje cuando se refieren a Portugal y a España, después de la seria crisis de identidad en que se debatieron cuando millones de europeos decidieron declararse ibéricos, acogieron con simpatía el llamamiento y han preguntado ya con qué clase de ayuda queremos ser auxiliados, aunque, como de costumbre, todo dependa de que puedan nuestras necesidades ser satisfechas por sus disponibilidades excedentarias. Pero la situación de Portugal es radicalmente distinta. En este paradisíaco valle de Galicia el tiempo llega y sobra para ponerse a salvo la compañía. María Guavaira, sin decir por qué, aunque tal vez no supiera explicarlo si se lo preguntasen, tejió con el hilo azul brazaletes para todos y collares para el caballo y el perro. Tan grande es el montón de lana que ni se percibe la diferencia. Dos Caballos, a empujones, pasó a ocupar el lugar de la galera, bajo tejado, aunque éste no sea de teja sino de paja, que esto no es garaje sino alpendre abierto a todos los vientos. Así abandonado, sin la cobertura de lona que sirvió para reparar el toldo de la galera, parece ya una ruina, a las cosas les ocurre como a las personas, cuando no sirven se acaban, se acaban si dejan de servir. La galera, al contrario, pese a su vetustez, rejuveneció con la salida al aire libre, y la lluvia que cae la baña de novedad, admirable ha sido siempre el efecto de Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial acción, fíjense en el caballo, bajo el hule que le cubre los lomos parece un corcel de torneo, enjaezado para la batalla. María Guavaira cierra ahora cuidadosamente las puertas, suelta las gallinas que se quedan, los conejos de la jaula, el puerco de la pocilga, son animales habituados a mesa puesta y quedan ahora a la gracia de Dios, si no a las artes del diablo, que el puerco es bien capaz, si se da maña, de acabar con los otros bichos. María Guavaira subió al pescante, a su lado se sentó Joaquim Sassa con el paraguas abierto, es su deber, acompañar a la mujer amada y defenderla del mal tiempo, ya que no puede tomarle el oficio, que de estas cinco personas sólo María Guavaira sabe cómo se gobierna una galera y un caballo. Todo se aprende, se olvida y reaprende si la necesidad lo exige. Durante unos cien metros el perro acompañó a la galera bajo la lluvia, luego se dio cuenta de que podía viajar, aunque por su pie, al abrigo de la incomodidad. Se metió bajo la galera, concertó su paso a la andadura del caballo, así lo veremos durante todo el tiempo que este viaje dure, llueva o haga sol, a no ser que le apetezca hacer trabajo de batidor o distraerse con esas idas y venidas sin aparente sentido que hacen tan semejantes a los perros y a los hombres. Este día no anduvieron mucho. La primera aldea que atravesaron no había sido abandonada por todos sus habitantes. Ha dejado de llover. Una linterna ilumina por dentro el toldo de la galera, quien por aquí pasara podría decir, Mira, un teatro, y es verdad que son personajes, pero no representan. Pero alojar en las líneas de retaguardia del interior del país a los millones que habitan en la franja litoral era tarea de tan extrema complejidad que nadie tuvo la pretensión, no menos que estulta, de presentar un plan nacional de evacuación general capaz de integrar las iniciativas locales. La segunda consecuencia, naturalmente derivada de la primera, se refiere al problema de la alimentación de los desplazados. Así superiormente autorizados para dejar de lado, por personales, esos destinos, limitémonos Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial referir, en cuanto a Porto, el caso de los jefes y colegas de Joaquim Sassa. Mientras transcurren estas escenas de reconciliación familiar y pacificación social, los satélites geoestacionarios, regulados para mantener una posición relativa constante, emiten a la tierra fotos y mediciones, las primeras naturalmente invariables en cuanto a la forma del objeto en desplazamiento, las segundas registrando en cada minuto que pasa una reducción de cerca de treinta y cinco metros en la distancia que separa la isla grande de las islas pequeñas. Lisboa es una ciudad desierta. Andan por ella patrullas del ejército, con apoyo aéreo de helicópteros, como en España y Francia se hizo en los momentos de la ruptura y durante los turbados días consiguientes. Mientras no los retienen, cosa que se calculaba hacer veinticuatro horas antes del momento previsible del choque, los soldados tienen por misión velar y vigilar, aunque realmente no vale la pena, dado que todos los valores fueron a su tiempo sacados de los bancos. En tal caso no lo piensan dos veces y mandan abrir fuego. Había heredado el barco, o lo compró, o se lo regaló otro navegante que también él navegó veinte años, y antes que éste, si las memorias no acaban confundiéndose al cabo de tanto tiempo, parece que también por veinte años un primer navegante surcó solitario los océanos. La culpa, si hay que decirlo, no es de las mujeres ni de los navegantes, la culpa es de esa soledad que a veces no se aguanta, también ella puede llevar al navegante al puerto, y a la mujer al muelle. Hablando con simplicidad, digamos que muy a lo largo de esta península que se ha convertido en isla ambulante navegaba el navegante solitario, con su vela y su motor, su radio y su catalejo, y esa paciencia infinita de quien un día decidió dividir su vida en mitad cielo y mitad mar. Estremecido, con el corazón latiendo sin ritmo, buscó el origen del ruido, y no se dio cuenta de que el motor se había parado. La desesperación, lo sabemos todos, es humana, no consta en la historia natural que los animales desesperen. Pero el viento, que se fue, no volvió. Pasaron las horas, llegó la noche serenísima, nació otro día, y el mar no se mueve, un leve hilo de lana casi suspenso caería como si de plomo fuese, no hay mínimo balanceo en el agua, es una barca de piedra sobre una losa de piedra. Pasó este día, y el siguiente fue igual. El navegante despierta para beber agua, y el agua se acaba. Desde el horizonte avanza una masa inmensa y oscura. Estaba a salvo, y primero no sabía cómo, el aire no se movía, el soplo del viento fue una ilusión. Tardó tiempo en comprender que lo había salvado una isla entera, la antigua península que navegara a su encuentro y le abría los brazos de un río. Tan imposible parece, que al mismo navegante solitario, que hace tantos días oyó las noticias de la falla geológica, pese a saber que estaba en la ruta de la nave terrestre, nunca se le ocurrió la idea de que pudiera ser salvado de este modo, por primera vez desde que hay naufragios y perdidos en el mar. Las energías vuelven siempre cuando la esperanza vuelve. El navegante solitario se vistió para desembarcar, pantalón, camisa, un gorro en la cabeza, alpargatas, todo blanco de nieve, es el punto de honor del marinero. El navegante comprendió al fin lo que le faltaba por comprender, Se han ido todos por el choque con las islas. Levanta los ojos al acercarse al gran arco, ve las letras latinas, Virtutibus Majorum ut sit omnibus documento P. Va con las manos extendidas, como en delirio, o en sueño, o en trance, va murmurando, no sabe lo que dice, sólo sabe lo que quiere. La patrulla apareció en la esquina, cinco soldados mandados por un alférez. Vieron al loco andar como un loco, le oyeron decir incoherencias de loco, ni hubo siquiera que dar la orden. Las mujeres, como sabemos, son de hierro. Y la mesa, en este caso, y por primera vez en la historia, se había movido por sí sola, Dios mío, Dios mío, para salvar nuestros preciosos bienes y nuestras vidas preciosas, huyamos. Dicen éstos que revela grave falta de sentido crítico y noción de las proporciones poner en pie de igualdad la retirada de millones de personas de las tierras litorales hacia el interior y la fuga de unos cuantos miles al extranjero, sólo por el hecho de Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial entre un éxodo y otro haya una innegable coincidencia en el tiempo. No siendo intención nuestra tomar postura en el debate y mucho menos adelantar juicios, no cuesta reconocer que, siendo el miedo de unos y de otros semejante, no eran iguales los medios y recursos para ponerle remedio. Sin duda existen los pobres, evidencia difícil de negar, pero no se deben sobrevalorar. Sobre todo cuando no son, y no fueron, como en esta coyuntura hubiera convenido, modelo de paciencia, de resignación, de disciplina libremente consentida. Entre los refugiados, mal alimentados, mal dormidos, con viejos muriéndose, niños entre llantos y gritos, los hombres sin trabajo y las mujeres cargando a cuestas con toda la familia, se suceden los conflictos, las malas palabras, los desórdenes y las agresiones, los robos de ropas y comida, las expulsiones violentas, los asaltos, y también, quién podía imaginarlo, se extendió un libertinaje de costumbres que transformó estos campamentos en lupanares colectivos, una vergüenza, un mal ejemplo para los hijos mayores, que si bien saben quién es su padre y su madre, no saben ya qué hijos andan haciendo, y dónde y de quién. Claro que la importancia de este aspecto de la cuestión es menor de lo que a primera vista parece, si atendemos a la escasa atención que los historiadores de hoy prestan a los períodos que, por una razón u otra, tuvieron puntos de semejanza, en lo particular, con éste. Las dos mujeres y los dos hombres forman dos parejas, y de las felices, sólo el tercer hombre no tiene par, pero acaso no le pese la privación, vista su edad, por lo menos hasta este momento no se le notaron aquellas inconfundibles señales de nerviosismo que denuncian la plétora glandular. Por eso insistimos en decir Carpe Diem, y nos sentimos como dioses que hubieran decidido no ser eternos para poder, en el sentido exacto de la expresión, aprovechar el tiempo. Pedro Orce se ha levantado y se aleja, su pelo blanco reluce al sol, también él lleva su aura de lumbre fría. El perro lo sigue, con la cabeza baja. Va mordisqueando su paja, hace estremecer la piel para ahuyentar a los moscardones, barre con las crines de la cola el lomo picazo, y probablemente no sabe que estuvo a punto de acabar sus días en la penumbra de una caballeriza medio en ruinas, entre telas de araña y boñigas, de asma caballuna, bien cierto es que mal de unos es consuelo de otros, aunque haya de ser por tan poco tiempo. Pasó el día, vino otro y se fue, faltan ciento cincuenta kilómetros. Las carreteras, claro, quedaron atascadas, cada cruce era un nudo imposible de desatar, llegó a hacerse imposible el avance, también el retroceso, todos atrapados en una ratonera, fueron muchos los que, renunciando a los pocos bienes que llevaban, intentaron salvar la vida por el desahogo Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial los campos. Entonces, sucedió. A unos setenta y cinco kilómetros de distancia del extremo oriental de la isla de Santa María, sin que nada lo hiciera anunciar, sin que se sintiera la menor conmoción, la península empezó a navegar en dirección norte. Hubo quien pidió perdón de sus pecados, y quien, por pensar que ya no había tiempo de arrepentirse, le pidió a Dios y al Diablo que le dijeran qué pecados nuevos podría cometer todavía. Hubo mujeres que dieron a luz, deseando que sus hijos nacieran muertos, y otras que supieron que estaban embarazadas de hijos que, creían ellas, nunca iban a nacer. La alegría fue un reguero de pólvora que llenó de risas y danzas toda la península, en especial la gran franja donde se juntaban los millones de desplazados. El perro, que estaba tumbado bajo la galera, levantó la cabeza como si hubiera oído voces, saltó bruscamente y corrió hacia Pedro Orce que le sostuvo la cabeza entre las dos manos, Si quieres te llevo conmigo, dijo, sólo las palabras fueron dichas por el hombre. Muy bien, decidido, robaremos un caballo, pero cómo lo hacemos, sacamos a suerte a ver quién va en la expedición, Iré yo, dijo María Guavaira, vosotros no entendéis de caballos, seríais incapaces de traerlo, Yo voy contigo, dijo Joaquim Sassa, pero sería conveniente que también el perro quisiera venir con nosotros, podría defendernos de cualquier mal encuentro. Aquella noche salieron los tres del campamento, se dirigieron al este, donde tal vez, por haber sido región que mantuvo relativa calma, hubiera posibilidades de encontrar lo que querían. Se pusieron en camino María Guavaira y Joaquim Sassa, el animal iba delante, olfateando y comprobando las sombras. Caminaron, caminaron, salían de la carretera siempre que veían en los claros de los campos habitaciones y casas de labor, si caballos hubiera es allí donde se encontrarían, pues es de bestias de tiro de lo que precisamos, no corceles de parada o trotones de pista. Valió también que el caballo comprendiese que lo querían liberar, siempre es buena la libertad, hasta cuando vamos hacia lo desconocido. Cuando clareó el día, distantes ya del lugar del robo, empezaron a encontrar gentes por campos y caminos, pero nadie reconocía el caballo, y aunque, conociéndolo, lo pudieran reconocer, acaso no repararían en él, tan admirable e inocente era el cuadro, medieval se podría decir, la doncella sentada a la amazona en la hacanea, delante el caballero, pedestremente caminando, llevando al caballo por la reata, que por suerte no se habían olvidado de traer. Al comenzar la tarde llegaron al campamento y fueron recibidos con abrazos y risas. Esta explicación ganó gran popularidad, sobre todo cuando, para hacerla accesible a los cerebros del vulgo no preparado, su defensor usó un símil de los dominios de la física, mostrando cómo la incidencia de los rayos solares sobre una lente biconvexa logra la convergencia de los rayos en un punto o foco real, con los conocidos resultados, calor, quemadura, fuego, luego, por tanto y por consiguiente, el efecto intensificador de la lente tiene paralelo obvio en la fuerza de la mente colectiva, que sería aquí el caótico sol, estimulada, concentrada y potenciada, en un momento de crisis, hasta el paroxismo. La incongruencia de la explicación no asombró a nadie, al contrario, no faltó quien propusiera que de ahora en adelante todos los fenómenos de la psique, del espíritu, del alma, de la voluntad, de la creación, pasaran a ser explicados en términos físicos, aunque por simple analogía o por inducción imperfecta. Todas estas consideraciones reunidas nos aconsejan suspender los juicios definitivos y otras presunciones. Dijo entonces Joaquim Sassa, Con dos caballos tirando, y se interrumpió en este lugar de la frase, con la expresión de quien ve una luz en el interior de su propia cabeza, y se echó a reír, Lo que son las cosas, dejamos un Dos Caballos y ahora vamos a viajar en otro, propongo que la galera se llame Dos Caballos, de facto y de jure, como parece que se diría en latín, que Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial latín no aprendí, es sólo de oreja, como decía un abuelo mío que tampoco conocía la lengua de sus antepasados. Cuando la situación empezó a normalizarse, los precios bajaron un poco, pero no volvieron a lo que eran antes, ya se sabe, nunca vuelven. Se dice y se insiste en que hay males que vienen por bien, hay tanta gente que lo afirma, tanta lo afirmó, que bien puede ocurrir que se trate de una verdad universal, desde que nos demos el trabajo de separar cuidadosamente la parte de bien y la parte de mal que hay en las cosas, y a quién una y otra cayeron en suerte. Hay telas colgadas que forman simbólicas divisorias, el respeto es grande, si Joana Carda y José Anaiço, que ocupan el medio de la galera, necesitan salir al aire libre durante la noche, pasan por el lado de Pedro Orce, que no se queja, la incomodidad, aquí, se comparte como se comparte todo. Desde la cuesta del cabezo donde se habían abrigado bajan a la carretera, de cochera va María Guavaira que no confía las riendas a nadie, es preciso saber hablar a los caballos, hay piedras, peñascos, partirse allí un eje sería el fin de los trabajos, dejemos el agüero. Pedro Orce, de Pigalle, no sabe nada. Para la decisión final fueron determinantes sus propias necesidades, era evidente que iban todos mal trajeados, con ropas de media estación, añadiéndose a esto la imposibilidad de evitar que María Guavaira y Joana Carda cedieran a algunas tentaciones personales. Este discurso lo hizo Joaquim Sassa en la primera parada después de la salida de Lugo, Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial autoridad de administrador, benévolamente aceptada por los otros. Que el negocio no iba a navegar en un mar de rosas lo entendieron todos cuando el talento regateador de una compradora los llevó a rebajar el precio de dos faldas hasta arrasar la posible ganancia. Por estos parajes es raro encontrar un automóvil. De tiempo en tiempo pasa un gran camión, lleva abastecimientos a los pueblos, principalmente munición de boca, con todos estos accidentes es natural que se haya desorganizado el comercio local de víveres, hay carencias, y de repente pasa Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial haber excesos, pero todo tiene disculpa, recordemos que la humanidad nunca se vio en una situación como ésta, navegar siempre navegó, pero en barcos pequeños. Acamparon al caer la tarde a orillas del Miño, en las afueras de una villa llamada Portomarín. No les fue mal el negocio, lo que vendieron fue a justo precio. Cuando volvieron, el campamento parecía un hogar, la hoguera los confortaba entre las piedras, el candil colgado de la galera lanzaba hacia el espacio despejado un semicírculo de luz, y el olor de la pitanza era como la presencia de Dios Nuestro Señor. Se lo dijeron, cada cual el suyo, uno tras otro. Entonces María Guavaira, atizando el fuego con un tizón, dijo, Los nombres que tenemos son sueños, con quién estaré yo soñando si sueño con tu nombre. Cambió el tiempo, fórmula de concisión ejemplar que, de modo suave o neutramente objetivo, nos dice que, habiendo mudado, fue para peor. Pero el toldo de la galera viene de los primeros tiempos de los toldos, la tecnología, sólida en la tela y en la trama, cuidaba poco de impermeabilidades, era el siglo y el lugar de las personas capaces de secarse la ropa en el cuerpo teniendo por toda protección, y no siempre, un vaso de aguardiente. Madre amorosa, Europa se afligió con la suerte de sus tierras extremas, a Occidente. Por toda la cordillera pirenaica estallaban los granitos, se multiplicaban las brechas, aparecieron cortadas otras carreteras, otros ríos, arroyos y torrentes se hundieron hacia lo invisible. Los helicópteros, iban y venían sin descanso, observaban los picos y los valles, abarrotados de peritos y especialistas de todo cuanto pudiera ser de alguna utilidad, geólogos, ésos por derecho propio, pese a estarles vedado ahora el trabajo de campo, sismólogos, perplejos, porque la tierra se obstinaba en permanecer firme, sin un estremecimiento, sin una vibración siquiera, y también vulcanólogos, secretamente esperanzados, pese a estar el cielo limpio, despejado de humos y fuegos, perfecto y liso azul de agosto, el reguero de pólvora no pasa de comparación, es un peligro tomarlas al pie de la letra, a ésta y a otras, si antes no aprendemos a andar prevenidos. No podía nada la fuerza humana contra una cordillera que se abría como una granada, sin dolor aparente, apenas, quiénes somos nosotros para saberlo, por haber madurado y llegado su tiempo. Al principio, no faltaron vacilaciones sobre la consecuencia final de aquellas brechas, las había a ambos lados, en las dos fronteras, y también porque siendo los habitantes, unos, españoles, otros, franceses, otros, andorranos de nación, cada uno se inclinaba a la querencia natural, con perdón, o se determinaba por razones e intereses del momento, con peligro de dividirse las familias y otras sociedades. Espíritus curiosos, por no decir escépticos, quieren saber la causa de tantos, y tan diversos, y tan graves efectos, que parece que no debería bastarles el simple hecho de que se raje la cordillera, convirtiendo ríos en cascadas y avanzando los mares unos kilómetros tierra adentro, tras tantos millones de años de haberse retirado de ella. Al margen de esto, no olvidemos que en gran parte de la península, en sus interiores hondos y profundos, donde no llegan los periódicos y apenas se entiende la televisión, había millones, sí, millones de personas que no comprendían lo que pasaba, o tenían de ello una idea vaga, formada sólo de palabras cuyo sentido a medias entendían, o ni siquiera eso, con tan débil seguridad que nadie encontraría diferencia entre lo que uno creía saber y lo que otro ignoraba. Con manos trémulas se encendieron velas en las casas, linternas de pilas, candiles de petróleo guardados para una Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial, pero no ésta, candelabros de plata fina, los de bronce sólo servían de adorno, palmatorias de latón, olvidados candiles de aceite, luces débiles que poblaron de sombra las sombras y mostraron vagos vislumbres de rostros atemorizados, descompuestos como reflejos en el agua. Felizmente el fuego de artificio de los cortocircuitos no causó víctimas, manera egoísta de decir, porque si es verdad que no murieron personas, un lobo al menos no pudo librarse de la fulminación y acabó convertido en carbón ardiente. Y bien precisos eran. En torno de los aeropuertos, como una inundación, había una masa de coches de todo tamaño, modelo, marca y color cerrando arracimados calles y accesos, y desorganizando totalmente la vida de las comunidades locales. Sobrecargados, con las memorias pletóricas, saturadas, los ordenadores vacilaron, se multiplicaron los errores hasta el bloqueo total. De repente, recordando alguien que también por mar se podía huir, se inició otra carrera de salvación. Refluyeron los fugitivos, otra vez en busca de sus abandonados automóviles, los encontraron algunos, otro no, pero qué importaba eso, si no había llaves, o las llaves no servían, se hacía un puente, quien no sabía hacerlo aprendió, Portugal y España se convirtieron en el paraíso de los ladrones de automóviles. Naturalmente que todo era un juego, un joke, en estas difíciles reuniones internacionales también la gente debe distraerse, no va a ser todo trabajar, trabajar, pero los comisarios portugués y español repudiaron enérgicamente la actitud poco delicada, provocativa y evidentemente anticomunitaria, citando, cada cual en su lengua, el conocido dicho ibérico, Los amigos son para las ocasiones. Tras los cerros, pero no visible desde aquí, hay una aldea donde Pedro Orce vivió, y por una casualidad, primera de ellas, si lo es, tienen él y ella el mismo nombre, lo que no quita ni pone verosimilitud al cuento, que un hombre puede llamarse Cabeza de Vaca o Maltiempo y no ser carnicero ni meteorólogo. Ya hemos dicho que son azares, y manipulaciones, pero de buena fe. No fue para oír, en buena compaña, una radio de pilas para lo que, llegados de tan diferentes lugares, aquí se juntaron Pedro Orce, Joaquim Sassa y José Anaiço. Sabemos desde hace tres minutos que Pedro Orce vive en la aldea oculta tras estos accidentes, sabíamos desde el principio que Joaquim Sassa vino de una playa del norte de Portugal, y José Anaiço, ahora lo sabemos a ciencia cierta, por los campos de Ribatejo andaba paseando cuando tropezó con los estorninos, y lo habríamos sabido de inmediato si hubiésemos prestado atención suficiente a los pormenores del paisaje. Se echó al camino, en su Dos Caballos viejo, no se despidió de la familia doloridamente, que familia no tiene, y tampoco dio cuenta al jefe de la Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial donde trabaja. Es tiempo de vacaciones, puede ir y volver sin licencia, ahora ya ni pasaporte exigen en la frontera, se enseña sólo el carnet de identidad y es nuestra la península. Joaquim Sassa va tranquilamente, por los sombreados caminos de la Beira, lleva como destino una aldea llamada Orce, en la provincia de Granada, país de España, donde vive el tal hombre de quien se ha hablado en televisión, Voy a saber si existe alguna relación entre lo que me ocurrió a mí y eso de sentir la tierra temblando bajo los pies, uno se pone a pensar, junta las cosas todas entre sí, casi siempre se equivoca, a veces acierta, una piedra tirada al mar, el suelo que tiembla, una cordillera que se abre. Joaquim Sassa va también entre montañas, aunque no se pueden comparar éstas con las de aquellos titanes, pero de repente se inquieta, y si ocurriera lo mismo aquí, que se abriera la sierra de Estrela, que se hundiera el Mondego en las profundidades, los chopos otoñales sin espejo en el que mirarse, el pensamiento se le ha vuelto poético, ya pasó el peligro. Los diputados de la mayoría aplaudieron la conclusión y cambiaron sonrisas complacientes con los adversarios, para unir a los políticos no hay nada como el interés de la patria, verdad incontrovertible. Puso a Dos Caballos en movimiento, al paso, si tal se puede decir de un automóvil, quería pensar, precisaba pensar maduramente. No paró en Tomar, no llegó a Santarem, cenó de incógnito en una villa a las orillas del Tajo, la gente del campo es curiosa de natural, pero no hasta el punto de preguntarle a un viajero a quemarropa, Oiga, cómo se llama, si se demorara por aquí, entonces sí, en poco tiempo le averiguarían la vida pasada y el destino futuro. Al fin dieron las noticias y Joaquim Sassa se estremeció, estaba perdido si mostraban una foto suya. Había otras tres personas en el comedor, un matrimonio de edad y, en otra mesa, el típico hombre de quien siempre se dice, Debe de ser un viajante. Casas do Capelo - Faial, AçoresHabló en este momento el señor de edad, Creo que tendríamos que informar al alcalde del caso ese de los estorninos, vamos, digo yo, Ya lo sabe, dijo el dueño, Lo sabe, pero no junta una cosa con otra, el culo y los calzones, si me permiten expresarme así, Y qué vamos a hacer, Mañana vamos a hablar con él, por la mañana, vale la pena que hablen de nosotros en la tele, es bueno para el comercio y la industria, Pero queda entre nosotros el secreto, no se le dice a nadie, Y dónde vive el maestro ese, preguntó Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial Sassa como quien no quiere la cosa, por eso el patrón, distraído, no pudo evitar que la chica se fuera de la lengua, En una casa justo al lado de la escuela, es la casa de los maestros, de noche hay luz en la ventana hasta muy tarde, y parecía haber cierta melancolía en la voz. De piedras y estorninos hablaron, ahora hablan de decisiones tomadas. Saldremos una hora antes del amanecer, dijo José Anaiço, ahora hay que irse a dormir, y Joaquim Sassa se levantó de la silla, Me quedo en el coche, vendré a buscarlo de madrugada, Por qué no duerme aquí, sólo tengo una cama pero es ancha, cabemos los dos. Entonces Joaquim Sassa dijo, Con una noche así puedo dormir bajo la higuera, si me deja una manta, Le haré compañía. Amontonaron y ahuecaron luego unos haces de paja como lechos, igual que se hace para el ganado, tendieron las mantas, se tumbaron sobre una parte y se cubrieron con la otra. Pasaron unos minutos, los estorninos empezaban a sosegarse, y José Anaiço murmuró, con voz Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial fin quebrada por el sueño, cada palabra a la espera o en busca de la siguiente, Un día, Don Juan Segundo, nuestro rey, perfecto de apellido y a Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial ver humorista perfecto, le dio a un hidalgo una isla imaginaria, dígame si sabe de otro país donde pudiera haber ocurrido una historia así, Y el hidalgo, qué hizo el hidalgo, se echó al mar a buscarla, me gustaría saber cómo se puede dar con una isla imaginaria, A tanto no llega mi ciencia, pero ésta es otra Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial, la ibérica, que era península y dejó de serlo, la veo como si, con humor igual, hubiese decidido lanzarse mar adentro en busca de los hombres imaginarios, Es bonita la frase, poética, Pues en mi vida he hecho un verso, Bueno, si todos los hombres fueran poetas dejarían de escribirse versos, También esa frase tiene su intríngulis, Hemos bebido demasiado, Creo que sí. Joaquim Sassa salió del pueblo, dobló la primera curva, la segunda, luego detuvo a Dos Caballos y esperó. Nos han alcanzado, dijo Joaquim Sassa, pero les pegamos otro estirón y acabamos con ellos de una vez. La excelencia del método se comprobó inmediatamente, quedando demostrado que la policía española, tanto como la portuguesa, aprecia estas suertes de ornitología general y estornino negro. Mala cosa es que así hayan procedido carabineros andaluces, que los estorninos eran portugueses de nación, nacidos y criados en tierras de Ribatejo, y acabaron muriendo tan lejos, al menos tengan esos despiadados guardias el detalle de invitar a la fritada a sus colegas del Alentejo, en ambiente de saludable convivencia y camaradería de armas. Pero verdad es que hay diferencias de un mundo a otro, todos saben que en Marte los hombres son verdes, mientras que en la Tierra los hay de todos los colores menos ése. En definitiva, tiene entera razón Roque Lozano, que para que las cosas existan Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial necesarias dos condiciones, que el hombre las vea y que les ponga nombre. Joaquim Sassa y José Anaiço durmieron en Aracena, repitiendo lo hecho por Don Alfonso III, nuestro rey, cuando la conquistó a los moros, pero duró lo que un suspiro, sol de poco durar, era la noche de los tiempos. El saco con los restos fue lanzado a una lancha que esperaba en la playa con el motor trabajando mansamente, y en cinco minutos estaba la nave pirata en alta mar, los gendarmes, desde la arena, disparaban al aire, sólo para desahogar el aburrimiento, no porque pensaran que les hacían maldita falta aquellos líricos huesos. Se echaron a reír los dos, y Dos Caballos, providente, anunció en su indicador que andaba corto de gasolina. Atravesaron Sevilla sin parar, aunque los estorninos sí se demoraron un poco celebrando a la Giralda, que nunca la habían visto. Va ya mediada la tarde cuando llegan a Granada, jadea Dos Caballos, trémulo por el esfuerzo, mientras Joaquim Sassa y José Anaiço van de pesquisa, es como si llevaran carta real de navegación y fuese hora de abrirla, ahora sabremos dónde nos espera el destino. Joaquim Sassa se había apartado un poco para ver los carteles con fotografías del Patio de los Leones, de los Jardines del Generalife, de las estatuas yacentes de los Reyes Católicos, mirando se preguntaba a sí mismo si valdría la pena ver las cosas verdaderas tras haber visto su imagen. Este mundo, no nos cansamos de repetirlo, es una comedia de engaños. Otra prueba de esta verdad es que se le haya dado el nombre de Hombre de Orce a un hueso que encontraron, no precisamente en Orce, sino en Venta Micena, que daría un hermoso nombre para la paleontología, si no fuese por esa otra palabra, Venta, signo y señal de comercio grosero y pobre. Es extraño el destino de las palabras. Aunque mucho os cueste creerlo. En estos lugares tuvo el diablo su primera morada, fueron sus pezuñas las que quemaron el suelo y luego calcinaron las cenizas, entre montañas que entonces se horrorizaron y el miedo las dejó así hasta hoy, desierto final donde el propio Cristo se habría dejado tentar si del mismo diablo no conociese las mañas, conforme pudo aprender en el texto bíblico. En Orce encontraron los viajeros a Pedro Orce, de profesión farmacéutico, mayor de lo que en su imaginación se lo habían representado, si en tal pensaron, pero no tanto como su millonario antepasado, suponiendo que sea correcto usar medida de dinero para referirla al tiempo, teniendo en cuenta que el uno no compra al otro y éste altera el valor de aquél. Pedro Orce no apareció en televisión, no sabíamos pues que el hombre pasaba de los sesenta, magro de cara y cuerpo, de pelo casi todo blanco, si la sobriedad de su gusto no rechazara el artificio, podría componer, conociendo como conocía el poder de las manipulaciones químicas, tintes morenos y rubios, a elegir, en el secreto del laboratorio. Alrededor las piedras multiplican el calor, la tierra blanca ofusca, el cielo es la boca de un horno soplando ardores, incluso debajo de este olivo cordovil, a la sombra. Otras veces es una palabra cuanto basta, Vamos a ver pasar la roca, y se pusieron inmediatamente en pie, dispuestos a la aventura, ni sienten ya el ardor del aire, como chiquillos en libertad que bajan la cuesta a la carrera, riendo. Dijo Pedro Orce, Les voy a enseñar primero Venta Micena, mi tierra natal, le salió la frase como quien de sí mismo se burla o de propósito carga donde le duele. Pasaron por una aldea en ruinas llamada Fuente Nueva, si fuente hubo aquí hace ya tiempo que envejeció y se secó, y en una curva amplia del camino, Ahí es. Los ojos miran, y por ver tan poco buscan lo que sin duda falta y no lo encuentran. Allí, preguntó José Anaiço, razón tiene de dudar, que las casas son raras y dispersas, se confunden con el color del suelo, una torre de iglesia caída, un cementerio inconfundible aquí a la vera de la carretera, cruz y muros blancos. Pedro Orce hace un gesto que abarca la mísera aldea, Ya no existe la casa donde nací, y luego, indicando a la izquierda, en dirección a unas colinas de tope raso, Es la cueva de los Rosales, allí encontraron los huesos del Hombre de Orce. Mandaron a Pedro Orce a su casa diciéndole que estuviera a disposición de la ciencia y de la autoridad, y que no hablase de sus dones extrasensoriales, recomendación que no difería mucho de la decisión tomada por los veterinarios franceses sobre la misteriosa cuestión de la ausencia de cuerdas vocales en los perros de Cerbère. También andan por ahí unos perros olfateando, pocos son los que ladran, a no ser cuando se meten en querella unos con otros, de Cerbère no hay ninguno. Esta fraternidad admirable no la van a experimentar Pedro Orce, José Anaiço y Joaquim Sassa, dieron la espalda al mar, ahora es su turno de ser observados con desconfianza por aquellos, muchos, que siguen bajando. Durante todo el camino sólo cruzaron dos palabras, Cenen conmigo, salieron de la boca de Pedro Orce, es su deber hospitalario. Es noche cerrada cuando entran en Orce. Claro que el desplazamiento no se podía observar, a esta altura una velocidad de setecientos cincuenta metros por hora es imperceptible a vista desarmada, pero, para el observador, era como si la gran masa de piedra se desplazase dentro de su cabeza, hubo gente sensible a punto de desmayarse, otros se quejaban de mareos. Dijo entonces Pedro Orce, Si tenéis sitio para mí, voy con vosotros. Se quedaron callados Joaquim Sassa y José Anaiço, no entendían la razón de que un español tan bien aconsejado quisiera ir a las tierras y playas de Portugal. El mapa desdoblado mostraba las dos patrias, Portugal y España, Portugal incrustado, suspenso, España desmandibulada al sur, y las regiones, las provincias, los distritos, y el gran cascajo de las ciudades mayores, la polvareda Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial villas y aldeas, pero no todas, que muchas veces es invisible el polvo al ojo desnudo, Venta Micena Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial sólo un ejemplo. Escarmentados por el tiroteo de Rosal de la Frontera, de sangrienta memoria, los estorninos, por esta vez prudentes, dieron un largo rodeo por el norte y atravesaron donde los aires eran libres y la circulación abierta, a unos tres kilómetros del puente, que en estos días de que venimos hablando ya se había construido, y era hora. E esta, hem, exclamó José Anaiço, de ser francés habría dicho, Ça alors, Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial cada quien tiene su manera de expresar la sorpresa que el otro también sintió, oigamos lo que dijo Pedro Orce sonoramente, Caramba, mientras Joaquim Sassa parecía un eco del primero, E esta, hem. Con un gesto seco les permitió seguir, no oyó lo que Joaquim Sassa dijo, y menos mal, pues el caso habría acabado en prisión. Fueron detenidos en otras barreras, las de la guardia republicana resultaron menos benévolas, tuvieron que desviarse a veces por trochas y veredas hasta volver a la carretera principal. Pedro Orce pidió que le explicaran, despacio, qué pasaba, y la necesaria mudanza en el tono y las repeticiones mostraron que el caso no tenía importancia, cuando Pedro Orce lo entendió todo, todo quedó entendido. Afortunadamente, al cabo de trescientos metros encontraron un camino escondido entre las higueras, tras un muro derribado, de piedra suelta o de piedra que el tiempo soltó de la argamasa. Estaban, por así decirlo, en el teatro de operaciones. Pero había ya infiltraciones. A las puertas de Albufeira se preparaba la batalla campal. Pero el comandante paisano clamó airado, cambiando por desespero la expresión del vocativo, Pandilla de lameculos, serviles, que no reconocen el pecho que les dio de mamar, libertad poética, acusación de poco sentido y nulo objeto, pues no hay hijo ni hija que tal recuerde, aunque abunden las autoridades para afirmar que, en el fondo de nuestra conciencia, guardamos secretamente esa y otras memorias asustadoras, y que nuestra vida es, toda ella, algo hecho sobre esos y otros miedos. No le gustó al mayor que le llamaran lameculos e, ipso facto, gritó, A la carga, al tiempo que clamaba, arrebatado, el general de los invasores, A ellos, patriotas, y fueron todos juntos, cuerpo contra cuerpo, y hubo un terrible choque. Pedro Orce, pese a la edad, bregaba como si ésta fuese su tierra, los otros hacían lo mejor que podían, tal vez un tanto menos, por pertenecer a una raza pacífica. Había heridos que se arrastraban o eran llevados a la cuneta, mujeres llorosas, maldiciendo, niños a salvo en los carromatos, que batallas así son sólo medievales y hay que hablar de ellas con palabras del tiempo. Los comisarios de policía, los coroneles del ejército y de la guardia pedían refuerzos, carros blindados e instrucciones a Lisboa, el gobierno, sin saber adónde acudir, daba órdenes y contraórdenes, amenazaba y rogaba, constaba incluso que ya habían dimitido tres ministros. Entretanto, desde las playas y las calles de Albufeira podían verse a las triunfantes familias en las ventanas de los hoteles, aquellos miradores abiertos y luminosos con mesa para el desayuno y tumbonas mullidas, el padre de familia martilleaba los primeros clavos y tensaba las cuerdas donde sería tendida la ropa de la semana que la madre, cantando, había empezado ya a lavar en la bañera. Muchos, por miedo de que acabara hundiéndose la península con vidas y haciendas, se habían marchado con aquella desbandada de turistas, cosa que, naturalmente, no significa que ellos fueran extranjeros en su tierra, aunque haya varios grados de pertenencia de cada uno a la patria natural y administrativamente suya, como la historia ha demostrado ya bastantes veces. Claro que tan grandes mudanzas no pudieron hacerse en veinticuatro horas, pero una semana bastó para que cambiara de arriba abajo y de lado a lado, radicalmente, la fisonomía social de los dos países ibéricos. El hombre es un ser inteligente, sin duda, pero no tanto como sería deseable, y ésta es una comprobación y confesión de humildad que debiera empezar siempre por nosotros mismos, como de la caridad bien entendida se dice, antes de que nos lo echen en cara. Pasados tantos milenios, y gracias a los perfeccionamientos, ya puede Pedro Orce reconocer en la melancolía aparente de la ciudad la imagen fiel de su propia tristeza íntima. Ya se ha dicho que los hombres, hasta Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial tales cosas miran, no las entienden, y tampoco esta vez las van a entender. Debido a la falta de huéspedes, casi todos los hoteles habían cerrado sus puertas para obras de reacondicionamiento, Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial era la disculpa, pero algunos seguían funcionando, con tarifas de estación baja y rebajada, hasta el punto de que había ya padres de familia numerosa que estudiaban la hipótesis de dejar las casas donde vivían, y por las que pagaban altísimos alquileres, para ir a instalarse en el Méridien y coordenadas semejantes. Desconocedores del peligro que literalmente se cernía sobre sus cabezas, Joaquim Sassa,]osé Anaiço y Pedro Orce, cada uno en su cuarto, estaban ordenando el escaso equipaje con que viajaban, en pocos minutos estarían en la calle, irían primero a dar una vuelta por la ciudad mientras llegaba la hora de cenar. Fatigados por las incesantes emociones, los tres amigos decidieron no salir, cenar allí mismo. Al día siguiente, de mañana, otra delegación, ésta con gentes de expresión solemne, bien trajeados, de mucha circunspección, viene a pedirle a Joaquim Sassa y a Pedro Orce que los acompañen por orden del gobierno, también venía en el grupo impetrante un consejero de la embajada española, que saludó a Pedro Orce, pero con tan ostensiva sequedad que sólo podía atribuirse a un dañado ardor patriótico. Primero fue a preguntarle al gerente si había oído cualquier palabra reveladora, una dirección, un nombre, pero el hotelero respondió no, no señor, ni conocía a ninguno de aquellos caballeros, los veía por primera vez, tanto a Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial portugueses como al español, en ese momento se le iluminó la inteligencia a José Anaiço, ir a la embajada, seguro que la embajada lo sabe, y luego le sorprendió otra iluminación, nunca viene una sola, la prensa, pues claro, bastaba dirigirse a uno de aquellos periódicos y en pocas horas los argos, holmes y lupines de la redacción rastrearían a los desaparecidos, la necesidad es madre de la invención, en este caso se llama cuidado el padre, pero no siempre es el mismo. La camarera se alejó como quien de la vida se retira, no volveremos a necesitarla, no hay razón alguna para que la recordemos, ni siquiera con indiferencia. Avanza hacia ella, y este movimiento, lanzado en la misma dirección, se junta a la fuerza que empuja, sin oposición ni resistencia, la figura de balsa de la que el hotel Bragança, en este preciso instante, es mascarón y castillo de proa, con perdón de la patente impropiedad de las palabras. Tanto puede. Los ojos tienen un color de cielo nuevo, Qué es un cielo nuevo, qué color tiene, dónde he ido a buscar esta idea, pensamiento de José Anaiço y en voz alta, Siéntese, por favor, no esté de pie. No sé si podremos hablar aquí, murmuró Joana Carda, Estamos solos, nadie nos oye, Pero la curiosidad es mucha, mire. En caso de necesidad este palo serviría, dijo Joana Carda, pero no lo traigo por eso, a decir verdad es el palo el que me atrae a mí. La declaración, de tan insólita, limpió el aire, equilibró las presiones, la atmosférica y la sanguínea. Joana Carda sostenía la vara en las rodillas, esperaba la respuesta, al Fin José Anaiço dijo, Es mejor que salgamos, hablaremos en la calle, en un café o en un jardín si lo prefiere. Al salir, José Anaiço le dijo al recepcionista, Si llegan mis amigos, dígales que vuelvo en seguida, Sí señor, no se preocupe, respondió el hombre sin quitar los ojos de Joana Carda, pero no había codicia en su mirada, sólo una vaga desconfianza, como la que se puede observar en todos los recepcionistas de hotel. Los curiosos, los papanatas que se habían reunido, soltaron exclamaciones de sorpresa, también de decepción, al cabo de unos minutos el jardín estaba desierto, se notó de nuevo el calor, sentados en un banco estaban, solos, un hombre y una mujer, con una vara de negrillo y una maleta de viaje. Fue una decisión inteligente, evitó, por lo menos, que pudiera confirmarse la alteración, por segunda vez, del dicho sobre el tiro y los conejos, que sería ahora caer, junto a los tres sospechosos, si no incriminados ya, una mujer con artes de esgrima metafísica. José Anaiço y Joana Carda hablaron mucho, hasta después de ponerse el sol, imagínense, dieron al asunto todas las vueltas que se podían dar y concluyeron que, no habiendo nada de natural en él, las cosas ocurrían como si una normalidad nueva se hubiera instalado en vez de la normalidad antigua, pero sin convulsiones, agitación o mudanza de color, que, por otra parte, y de darse, tampoco explicarían nada. Habían vuelto. José Anaiço se detiene a la entrada del salón, parece como si todo fuera a repetirse, pero ahora no, el suelo de tablas permaneció firme los cuatro pasos de distancia son sólo una distancia de cuatro pasos, no un vacío interestelar ni un salto de vida o muerte, las piernas se movieron por sí mismas, después hablaron las bocas para decir lo esperado, Fuiste a buscarnos, preguntó Joaquim Sassa, pero a una pregunta tan simple no puede responder José Anaiço con sencillez, Sí o No, ambas palabras serían verdaderas, ambas mentirían, costaría mucho explicarlo, por eso hizo su propia pregunta, tan legítima y natural como la otra, Dónde diablos os habéis metido tantas horas. Pobre hombre, en qué andanzas lo metemos, eso lo dijo José Anaiço, También a mí me han molido a preguntas y pruebas, pero no hay comparación con lo que le han hecho a él, esto me recuerda un cuento que leí hace años, Inocente entre Doctores se titulaba, De Rodrigues Miguéis, Exacto. En el hotel había Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial recado de Pedro Orce para Joaquim Sassa, su compañero de tormentos, No me despertéis, otro de Joana Carda, telefónico, para José Anaiço, Es Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial verdad, no lo soñó. Por encima del hombro de José Anaiço la voz de Joaquim Sassa pareció sonar burlona, Doña Ojos No Sé Bien te asegura que es real, en consecuencia, no pierdas el tiempo soñando con ella esta noche. Saber cómo y por qué se rompieron los Pirineos era idea de la que ya habían desistido, esperanza perdida en pocos días. Pese a la enorme cantidad de información acumulada, las computadoras, fríamente, pedían nuevos datos o daban respuestas disparatadas, como ocurrió en el célebre instituto de Massachussets, cuyos ordenadores se ruborizaron avergonzados al recibir en las terminales una sentencia perentoria, Demasiada Exposición Al Sol, imagínense. Son filosofías populares sobre Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial que podríamos discurrir sin fin, pero que a los científicos, geólogos y oceanólogos, poco importan. Aquí, con los pies firmes en el suelo, mirando los horizontes, o desde el aire, donde infatigablemente siguen las observaciones, la península es una masa de tierra que parece, insístase en el verbo, parece fluctuar sobre las aguas. Pero es evidente que no puede fluctuar. Para que fluctuase sería preciso que se hubiera desprendido del fondo, caso en el que inevitablemente iría a parar al mismo fondo deshecha en terrones, porque, hasta suponiendo que en las circunstancias agentes la ley de impulsión se cumpliera sin mayor desvío o vicio, el efecto disgregador del Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial y de las corrientes marítimas iría, progresivamente, reduciendo el espesor de la plataforma navegante hasta disolverse por completo la placa superficial. Es pues la hora de los buzos. En apnea, ya se sabe, no se puede bajar muy hondo ni por mucho tiempo. Va el pescador de perlas, o de esponjas, o de corales, se sumerge hasta cincuenta metros, e incluso a setenta, eso los ases, aguanta tres o cuatro minutos, es todo cuestión de entrenamiento y necesidad. Limitémonos a decir que la plataforma continental fue minuciosamente examinada, sin resultado. Frustrada esta primera expectativa, se pasó a los abismos. No es que la montaña pariera un ratón, es que el océano dio a luz un chanquete. Oyeron los viajeros la información a la salida de Lisboa y no le dieron la menor importancia, por venir introducida la noticia entre otras que igualmente se referían al alejamiento de la península y que, de importancia, tampoco parecían tener mucha. Ahora que Joaquim Sassa y Pedro Orce parecen estar definitivamente libres del furor analítico de la ciencia y Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial hay nada que temer de las autoridades, podría volver cada cual a su casa, y también José Anaiço, de quien los estorninos se han desinteresado inesperadamente, pero esta aparecida mujer hizo, por así decirlo, que todo volviera al principio, cosa, por otra parte, que siempre ocurre con ellas, aunque no siempre de tan radical manera. La mañana, con un vientecillo que parecía un soplo juguetón, no prometía un día caluroso. Vamos, preguntó José Anaiço, Vamos, respondieron todos, incluyendo a Joana Carda que vino a buscarlos. Presentados así los datos del problema, parece que Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial estos dos viajar en el asiento trasero, e ir delante, lógicamente, el piloto y el copiloto. Pero el palo de negrillo es demasiado grande para ir delante, y por nada del mundo se separaría de él Joana Carda, como entendieron todos. Sentémonos, pues, y en marcha. El viaje no tuvo historia, es lo que siempre dicen los narradores apresurados cuando creen poder convencernos de que en los diez minutos o diez horas que van a pasar nada sucedió merecedor de señalada mención. En este caso nuestro, por ejemplo, sería imposible no encontrar alguna significación en el hecho de que Joana Carda, con toda naturalidad, acompañara a José Anaiço cuando él ocupó el lugar de Joaquim Sassa, a quien le apeteció descansar del volante, y de, no se sabe con qué gimnasias, haber conseguido ella acomodar delante el palo de negrillo, sin embarazo para la conducción ni perjuicio para la visibilidad. Se veían pocos automóviles abandonados en la carretera, y ésos, invariablemente, estaban incompletos, les faltaban las ruedas, los faros, los retrovisores, las escobillas, una puerta, todas las puertas, los asientos, algunos coches aparecían reducidos a su simple cascarón, como cangrejos sin sustancia. Muchas eran las personas que viajaban solas, pero también había familias aparentemente completas, con viejos, y jóvenes, e inocentes. Tres veces quiso Joaquim Sassa preguntarle a las personas hacia dónde iban, y siempre la respuesta fue la misma, Por ahí, a ver mundo. Estaban ya cerca de saberlo. No pararon hasta Soure, se metieron por carreteras estrechas que se cruzaban, bifurcaban y trifurcaban, y algunas veces parecían dar vueltas sobre sí, hasta que llegaron a una aldea cuyo nombre se anunciaba a la entrada en un tablón, Ereira, y Joana Carda dijo, Aquí es. Si este pensamiento fuese de Pedro Orce, a la historia vendrían infaliblemente Don Quijote y su triste figura, la que tiene y la que hizo, en cueros, saltando como loco en medio de los peñascos de sierra Morena, pero sería un despropósito traer a colación tales episodios de la andante caballería, por eso Pedro Orce, al salir del coche, se limita a comprobar, de pies en el suelo, que la tierra sigue temblando. Arrastra el pie por el suelo, borrando la raya como un rasero, pisa y comprime, es como un sacrilegio. Entre la parte que fue destruida y el resto, hacia un lado y otro, no hay señal de separación de los efectos, primero y segundo. Dice Joana Carda, con voz un poco estridente por el nerviosismo, La barrí, le eché agua, y aparece siempre, si quieren probar, hasta le puse piedras encima, y cuando las quité, todo volvió a lo mismo, prueben, prueben si no lo acaban de creer. Joaquim Sassa se inclinó, enterró los dedos en el suelo blando, arrancó un puñado de tierra, lo lanzó lejos, y de inmediato se restableció la raya. Probó ahora José Anaiço, pero éste pidió la vara a Joana Carda, hizo con ella una raya profunda al lado de la primera, luego la pisó en toda su anchura. La raya no se rehizo. Haga ahora lo mismo, dijo José Anaiço a Joana Carda. La punta de la vara se clavó en el suelo, fue arrastrada, abrió una herida larga, cerrada inmediatamente como una cicatriz defectuosa cuando la pisaron, y así quedó. Dijo José Anaiço, No es cuestión del palo ni de la persona, fue el momento, el momento es lo que cuenta. Entonces, Joaquim Sassa hizo lo que debía hacerse, levantó del suelo una de las piedras de que se había servido Joana Carda, en peso y en tamaño semejante a la que un día lanzó al mar y usando toda la fuerza que tenía la tiró lejos, hasta donde alcanzaba, cayó donde naturalmente debía caer, a pocos pasos, es sólo esto lo que puede la fuerza humana. Pedro Orce asistió a las pruebas y experiencias, pero no quiso ser parte, tal vez por bastarle la tierra que bajo sus pies seguía temblando. Los miró demoradamente y luego atravesó el claro, era un animal grande y robusto, de pelo leonado, que de repente en una banda de sol pareció incendiarse en fuego vivo. Inquieto, Joaquim Sassa le tiró una piedra, de las corrientes, No me gustan los perros, pero no le acertó. El perro se detuvo, nada asustado, nada amenazador, se detuvo sólo para mirar, no ladró siquiera. Joaquim Sassa quiso bromear, aliviar su propia tensión, Guarde la vara, Joana, puede necesitarla si andan por aquí fieras de ese tamaño, Por el comportamiento, poca fiera es ésa. Cuando llegaron al coche vieron de nuevo al perro. Joaquim Sassa agarró otra vez una piedra, pero no la tiró. El animal, pese a la amenaza, no se había movido. Pedro Orce se acercó a él, tendió la mano en un gesto de paz, como para acariciarlo. El perro se quedó quieto, con la cabeza alzada. Pedro Orce le pasó la mano por el lomo, luego se volvió hacia sus compañeros, Hay momentos que avisan cuando Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial, la tierra tiembla Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial las patas de este perro. No ladró, no mostró los dientes, le dejó indiferente la amenaza del palo, que de gesto no pasó. Pedro Orce, como antes había hecho, se acercó al animal, puso la mano en la cabezorra. El perro cerró ojos bajo la caricia, de una manera afligida, si palabra cabe, que es de perros de lo que hablamos no de personas sensibles que practican la sensibilidad, y luego se levantó, miró a los humanos uno a uno, les dio tiempo para entender y empezó a andar. Recorrió unos diez metros, se detuvo, quedó a la espera. La experiencia nos ha enseñado, y también Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial películas y las novelas abundan en semejantes demostraciones, Lassie, por ejemplo, dominaba perfectamente esta técnica, nos dice la experiencia que un perro siempre hace esto cuando quiere que lo sigamos. No es preciso ser inteligente como un hombre para entender esto, si un simple perro tan sencillamente y de modo tan natural lo sabe comunicar. Digamos que hizo lo que debía. Tercera y decisiva comprobación fue que habiendo entrado los cuatro en Dos Caballos, empezó el coche a andar, y porque quiso el azar que Dos Caballos estuviese en la dirección correcta, el perro se puso delante, y esta vez no para impedir que avanzara, sino para abrir camino. Todos estos manejos ocurrieron sin asistencia de curiosos porque, como otras veces aconteció desde el inicio de este relato, ciertos importantes episodios siempre ocurrieron a la entrada y salida de villas y ciudades, y no dentro de ellas Como en general acontece, y esto sin duda merecería explicación, pero no somos competentes para darla, paciencia. Se hizo allí un silencio. El perro va a tumbarse frente al coche, a tres pasos, apoya la cabeza en las patas delanteras extendidas, espera sin impaciencia. Y es entonces cuando Joana Carda dice, Yo estoy dispuesta a ir a donde nos lleve, si para eso ha venido, cuando lleguemos al destino sabremos. Dificultades como ésta parecen nudos ciegos, tanto pueden las conveniencias de la sociedad y de la familia. Pedro Orce salió del coche, el perro se levantó al ver que se acercaba, y allí, en la penumbra, se quedaron conversando los dos, por lo menos eso diríamos, pese a saber que este perro ni de ladrar es capaz. Joana Carda llegó matutina, pero José Anaiço estaba ya a la espera en el automóvil, fue así porque los otros dos hombres procuraron que los enamorados pudieran estar solos y conversar antes de que todos iniciaran el viaje, en qué dirección todavía no se sabe. El perro pasó la noche al abrigo del automóvil, pero ahora paseaba por la playa acompañando a Pedro Orce y a Joaquim Sassa, rozando la cabeza en la pierna del español, cuya compañía particular manifiestamente había elegido. Un brazo que hace un gesto, Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial a lo lejos que responde, lentos por la arena vienen Pedro Orce y Joaquim Sassa, el perro grande y manso entre los dos. A esta declaración toda negativa, no supo Pedro Orce qué responder. Con el hilo azul colgando de la boca. Apostemos a que en nuestro final futuro seremos un país solo, quintaesencia del espíritu europeo, sublimado perfecto, Europa, es decir, Suiza. Pero, si hay de esos europeos, también hay europeos de éstos. De la noche a la mañana Europa apareció cubierta de estas pintadas. El fenómeno empezó siendo menospreciado, sus expresiones blanco de irrisión. Pero no tardaron las autoridades en inquietarse ante un proceso que esta vez no podía atribuirse a maniobras del exterior, siendo también el exterior campo de la misma maniobra subversiva, y esta circunstancia ahorró al menos el trabajo de investigar qué exterior sería ése, nominalmente identificado. Estas personas trazaron el negro cuadro de las realidades ibéricas, aconsejaron, con mucha caridad y conocimiento de causa, a los turbulentos que imprudentemente estaban poniendo en peligro la identidad europea, y concluyeron su intervención en el debate con una frase definitiva, clavando sus ojos en los ojos del espectador, en actitud de gran franqueza, Haga como yo, elija Europa. Se comprende la precaución. Cabe discutir si los jóvenes, bien provistos de razones, habrían renunciado a la acción directa, aunque sólo fuera por el efecto sedante de la inteligencia, al contrario de lo que ha sido convicción desde el inicio de los siglos. Mientras éstos viajan hacia el norte, Joaquim Sassa dijo, Si pasamos por Porto nos quedamos todos en casa, centenares de miles, millones de jóvenes en todo el continente salieron a la calle a la misma hora, armados no de razones sino de bastones, de cadenas de bicicleta, de navajas, de bicheros, de lemas, de tijeras, como si hubieran enloquecido de rabia, y también de frustración y de anticipado dolor, y gritaban, Nosotros también somos ibéricos, con la misma desesperación que hacía gemir a los comerciantes, Pero nosotros no tenemos la culpa. De no ser por los norteamericanos, estos viajeros tendrían que ir a pie, si es que se empeñan en seguir tras el perro. Cuando se detuvieron para almorzar, el animal se quedó fuera del restaurante, sin resistencia, debió de comprender que sus compañeros humanos necesitaban alimentarse. El perro movió la cabeza, movimiento que no hemos aprendido a traducir. Centro sin posible dimisión de toda creación cultural, Europa, en estos días de turbación, muestra al fin su carencia de buen sentido. José Anaiço no abrió la boca, qué iba a decir él, haría pésima figura si se pusiera en plan seductor y peor si afectara un aire escandalizado, lo mejor es callar, no es preciso pensar mucho para comprender que sólo Joana Carda podía haber dicho las palabras de compromiso, imaginemos la grosería si él las hubiera pronunciado sin consultar primero, e incluso así, aunque le preguntase si estaba de acuerdo, hay actitudes que sólo una mujer puede tomar, depende de la circunstancia y del momento, eso es, el momento, aquel exacto segundo colocado entre dos que provocarían el error y el desastre. El dormitorio queda al lado mismo, hay una ventana alta, junto al techo, manera de prolongar la luz del día, y que ni cortina tiene, se comprende lo que pudiera parecer una falta de recato, en la casa vive un hombre solo, aunque Joaquim Sassa tuviera esos pervertidos gustos no podría acecharse a sí mismo, digamos en todo caso que sería muy interesante, aparte de educativo, ser por una vez acechadores de nosotros mismos, es probable que no nos gustara. Pedro Orce, por su parte, de tan cansado se quedó dormido en un instante, se volvió hacia fuera, dejó caer el brazo sobre el lomo del perro, que se tumbó allí, el temblor del uno es el temblor del otro, el sueño tal vez el mismo. Pedro Orce fue el primero en despertarse, por una rendija estrecha de la ventana tocó su boca cansada el dedo ceniciento del alba, soñó entonces que una mujer lo besaba, ah cómo luchó para que el sueño se mantuviera y durara, pero los ojos se le abrieron, y los labios estaban secos, ninguna boca dejó en su boca la verdad de la saliva, la fértil humedad. El perro levantó la cabeza, se lamió las patas, y miró fijamente a Pedro Orce en la penumbra espesa del cuarto, era imposible descubrir de dónde podría venir la luz que en sus pupilas se reflejaba. Pedro Orce acarició al animal, y éste, una sola vez, lamió su mano delgada. Con los movimientos se despertó Joaquim Sassa, al principio sin norte del sitio donde estaba, aunque fuese su propia casa, sería por extrañar la cama donde raramente dormía, y la compañía. En este caso no parecía que hubiesen cambiado. El perro se levantó, grande, corpulento, y caminó hasta la puerta cerrada. Acudió el perro a la voz de Pedro Orce, se tumbó sin resistencia, los hombres ahora hablaban muy bajo, decía Joaquim Sassa, Voy a sacar el dinero que tengo en el banco, no es mucho, y pediré algo prestado, y cuando se acabe, Puede ser que acabe la aventura antes de que se acabe el dinero, Sabe Dios lo que nos espera, Encontraremos la manera de vivir, si es necesario, se roba, esto lo dijo Joaquim Sassa sonriendo. Lo que se duda es que puedan encontrar trabajo los cuatro, si trabajo exige permanencia, estabilidad, residencia habitual, cuando su destino inmediato es andar tras un perro que de su propio destino esperamos que algo sepa, pero éste no es el tiempo en que los animales, por hablar, podían decir adónde querían ir, si no les faltasen las cuerdas vocales. A la hora de la marcha, todavía en casa, se pusieron los cuatro a mirar al perro con el aire perplejo de quien, esperando órdenes, duda tanto de quien las da como de la sensatez de obedecerlas. Salieron de la ciudad, se sabe que la carretera, pese a las curvas, sigue en la dirección justa, el perro da señales de querer salir, le abren la puerta y ahí va él, revigorizado por el descanso de la noche y por la pitanza suculenta que en casa le sirvieron. El trote es rapidísimo, Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial Caballos lo acompaña alegremente, no precisa morder la brida de impaciencia. La carretera sube, baja y luego sube otra vez, y va subiendo siempre, y cuando baja es sólo para descansar un poco, no son muy altas estas sierras, pero fatigan el corazón de Dos Caballos que jadea en las subidas, el perro va delante, altivo. Se pararon para almorzar en una pequeña Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial al borde de la carretera, otra vez el perro desapareció para ir a buscar su propia vianda y cuando volvió traía sangre en la boca, pero la razón ya la sabemos, no hay misterio alguno, si no tienes quien te llene el pesebre, arréglatelas como puedas. De nuevo en camino, siempre hacia el norte, hubo un momento en que José Anaiço dijo, era a Pedro Orce a quien se dirigía, Si seguimos así vamos a entrar en España, volvemos a tu tierra, Mi tierra es Andalucía, Tierra y país, todo es lo mismo, Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial va, podemos no conocer nuestro país, pero conocemos nuestra tierra, Has estado alguna vez en Galicia, Nunca fui a Galicia, Galicia es la tierra de otros. Le pareció a Pedro Orce, cuando entró en el coche, que el perro había gemido en voz baja, pero sería alucinación suya, de tantas que nos acuden cuando queremos mucho una cosa, el sabio cuerpo se apiada de nosotros, simula en sí mismo la satisfacción de los deseos, el sueño es eso, o creían otra cosa, Si así no fuera, díganme cómo íbamos a ser capaces de aguantar esta insatisfactoria vida, el comentario es de la voz desconocida que habla de vez en cuando. Cuando Pedro Orce volvió a su cuarto, el perro fue tras él, pero, estando prohibido entrar, se tumbó en los peldaños de la puerta y allí se quedó, no hay palabras que puedan describir el susto y los gritos en la primera luz de la mañana, venía matutina la dueña de la pensión a inaugurar el nuevo día de trabajo, abre los batientes al frescor del amanecer y, de pronto, se alza de la estera el león de Nemea, de fauces Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial, era sólo el bostezo de quien todavía no lo ha dormido todo, pero hasta de los bostezos hay que desconfiar cuando muestran unos dientes formidables y una lengua que, de tan roja, parece chorrear sangre. Aunque el experto animal haya hecho este camino de norte a sur, y de esto nadie tiene la certeza, la experiencia de poco le va a servir si recordamos la diferencia del punto de vista, del que, como afortunadamente no ignoramos, depende todo. Y de personas. No tuvieron tiempo de perder la paciencia. Y los días en la carretera, cara a un horizonte que no se deja aproximar. Joaquim Sassa volvió a decir que todo esto es una locura, ir tras un perro idiota hasta el fin del mundo, sin saber por qué ni para qué, a lo que Pedro Orce respondió con cierta sequedad y suspicacia, Hasta el fin del mundo no va a ser, antes llegaríamos al mar. Pero, sólo con esto, quedaron las paces hechas. A la altura de Santiago de Compostela el perro giró hacia el noroeste. Debía de estar cerca su destino, se notaba en el vigor renovado con que trotaba ahora, en la seguridad de sus jarretes, en el porte de la cabeza, en la firmeza de la cola, Joaquim Sassa tuvo que acelerar un poco a Dos Caballos para acompañar la andadura y, al acercarse así, casi hasta tocar al animal, Joana Carda exclamó, Mirad, mirad el hilo azul. Todos lo vieron. El hilo no parece el mismo. El otro, de tan sucio ya, lo mismo podía ser azul que marrón o negro, pero éste brillaba con su propio color, azul ni de cielo ni de mar, quién lo habría teñido y devanado, quién lo lavara, si era el mismo, y lo colocó otra vez en la boca del perro, diciendo, Hala. Hasta Dos Caballos no parece el coche fatigado que conocemos, dentro los pasajeros son todos hermosas criaturas, les da la luz de frente y van como bienaventurados. José Anaiço mira a Joana Carda y se estremece al verla tan bella, Joaquim Sassa baja el retrovisor para ver sus propios ojos resplandecientes y Pedro Orce contempla sus viejas manos, no son viejas, no, acaban de salir de una operación alquímica, se han vuelto inmortales, aunque el resto de su cuerpo tenga que morir. El sol rasa la cima de los montes, se adivina el mar al otro lado. Enfrente, a media ladera, hay una casa grande, de arquitectura simple, tiene un aire de abandono antiguo, pese a las señales de cultivo en los campos que la rodean. Joaquim Sassa paró el coche. Salieron todos. Pero esa hora no ha llegado todavía para ninguno de estos cuatro. Saben que su destino es aquella casa, hasta aquí los trajo el perro prodigioso, quieto como una estatua, a la espera. El sol se ha ocultado. José Anaiço volvió al coche con Joana Carda y Pedro Orce, lo puso en movimiento, y, despacio, acompañando siempre con los ojos a Joaquim Sassa, fue bajando por la carretera, no quería llegar antes que él, y tampoco mucho después, la armonía posible de las cosas depende de su equilibrio y del tiempo en que acontecen, ni demasiado pronto, ni demasiado tarde, por eso nos es tan difícil alcanzar la perfección. Cuando se detuvieron en la explanada de delante de la casa, llegaba Joaquim Sassa a diez pasos de la puerta, que estaba abierta. El perro dio un suspiro que parecía humano y se tumbó extendiendo el cuello entre las patas. Con las uñas se sacó de la boca el pedazo de hilo, lo tiro al suelo. Del interior oscuro de la casa salió una mujer. Llevaba en la mano un hilo, el mismo que Joaquim Sassa seguía sosteniendo. Joaquim Sassa fue él primero en avanzar, llevaba enrollada en la muñeca la punta del hilo azul. María Guavaira se levantó para abrir una puerta, dijo, Vean, estaba Joaquim Sassa a su lado, pero no lo había arrastrado el hilo, y la que vieron fue una nube azul, de un color azul que se hacía denso y casi negro en el centro, Si dejo la puerta abierta hay siempre cabos que salen, como hace un rato ese que subió por la carretera y lo trajo hasta aquí, habló María Guavaira a Joaquim Sassa, y la cocina donde se habían reunido todos quedó como desierta, sólo aquellos dos, unidos por el hilo azul, y la nube azul que parecía respirar, se oía el restallar de la leña en el hogar donde hierve un caldo de berzas adobado con hebras de carne, gallego aliviado. Entonces él quiso saber si ella vivía sola, porque hasta este momento no habían visto otras personas en la casa, y ella respondió que era viuda desde hacía tres años, que venían jornaleros a trabajar la tierra. Todavía no es noche cerrada, pero hace frío. Pedro Orce salió de casa porque no hacía allí ninguna falta. Viejo y cansado ya va estando el corazón de Pedro Orce. Pedro Orce no sabe bien si es hombre, si es pez. Baja hacia el mar, el perro va delante reconociendo y eligiendo el camino, y bien preciso era el batidor prudente y sutil, antes de nacer el día Pedro Orce, solo, no encontraría la entrada y la salida de este laberinto de piedras. Al fin llegaron a las grandes lajas que caen hasta el mar, ahí es estremecedor el estruendo del choque de las olas. Bajo este cielo oscurísimo y los gritos del mar, si la luna ahora naciese, un hombre podría morir de felicidad creyendo que se moría de angustia, de miedo, de soledad. Pedro Orce dejó de sentir frío. Pedro Orce alzó la cabeza, miró hacia abajo, hacia el valle donde estaba la casa. Parecía haber ahora sobre ella un aura, un fulgor sin brillo, una especie de luz no luminosa, si esta frase, que, igual que todas las otras, sólo de palabras puede componerse, llega al entendimiento con unívoco sentido. Al recuerdo de Pedro Orce vino aquel epiléptico de Orce que, tras los ataques que lo derribaban, intentaba explicar las confusas sensaciones con que se anunciaban, sería Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial vibración de las partículas invisibles del aire, sería la irradiación de una energía como el calor en la distancia, sería la distorsión de los rayos luminosos en Amor en linea en otras poblaciones de Ilha do faial límite de su alcance, esta noche, verdaderamente, se ha poblado de asombros, el hilo y la nube de lana azul, la nave de piedra varada sobre las lajas de la costa, ahora una casa que prodigiosamente se estremece, o así lo diríamos viéndola desde aquí. La imagen oscila, se funden los contornos, de repente parece apartarse hasta convertirse en un punto casi invisible, luego regresa, latiendo lentamente. Durante un instante temió Pedro Orce quedarse abandonado en este otro desierto, pero el susto pasó, fue sólo el tiempo de comprender que allí abajo se habían reunido María Guavaira y Joaquim Sassa, los tiempos han cambiado mucho, ahora es llegar y llenar la alforja, si se me permite esta plebeya y arcaica comparación. María Guavaira despertó con la primera luz del alba. Estaba en su cuarto, en la cama, y había un hombre dormido a su lado. Oía su respiración, profunda, como si anduviera transportando desde la médula de los huesos el renuevo de sus fuerzas, y, medio inconsciente, quiso que su propia respiración acompañara a la de él. El movimiento diferente del pecho hizo que reparara en su desnudez. Se recorrió el cuerpo con la manos, desde el centro de los muslos, rodeando el pubis, después por el vientre hasta los senos, y de pronto recordó su grito de asombro cuando dentro de sí el gozo explotó como un sol. Durante unos minutos se le cerraron los ojos, cuando los abrió vio que Joaquim Sassa se había despertado, sintió la dureza de su cuerpo, y jadeando de ansiedad, se abrió a él, no gritó, pero lloró riendo, y el día se hizo claridad. Se levantó María Guavaira y su cuerpo es blanco como Joaquim Sassa había soñado, ella dice, No quería ponerme estas ropas mías oscuras, pero no tengo tiempo ahora de buscar otras, van a llegar los hombres. Se vistió, volvió a la cama, cubrió con sus cabellos el rostro de Joaquim Sassa y lo besó, después huyó, salió del cuarto. Joaquim Sassa dio una vuelta en la cama, cerró los ojos, va a quedarse dormido. Desayunos y comidas económicas en el centro del Casco Viejo de Bilbao. Comida casera, menús ¿Buscar un restaurante en el Casco Viejo de Bilbao?, ya lo has encontrado. Comer bien y barato es posible en el Casco Viejo de Bilbao. Esta es la mejor guía para encontrar lugares en los que comer barato en Bilbao. Pentxo. Se encuentra en el Casco Viejo y la verdad es que nos sorprendió. En el centro existen muchos restaurantes de Bilbao recomendados. Recuerda que el centro de la ciudad está conformado por su antiguo “Casco Viejo” y las. Fue inaugurada en el año teniendo así menos de 15 años. Por los alrededores de la plaza podemos encontrar muchos restaurantes que se encargan de servir comida típica de la región. Culinariamente a esta zona se le llama la ruta de los pintxosasí que si quieres comer en Bilbao este plato no dudes en pasar por esta agradable zona moderna del centro de la ciudad. Si buscas dónde cenar en Bilbao algo fresco pero divertido, anímate a probar estos deliciosos pintxos que venden aquí, ya que pueden ser pequeñas obras de artes culinarias. Otro plato que puedes encontrar y que lo sirven los restaurantes de Bilbao recomendados y famosos son las deliciosas pero sencillas tortillas de patatas españolas. Esta plaza se encuentra ubicada en el centro de la ciudad de Bilbao, en un punto medio de la Gran Vía de Don Diego López de Haro, y posee una forma elíptica en su diseño principal. Si quieres comer en Bilbao y no sabes a cual lugar ir, acércate a los alrededores de esta plaza para que elijas tu mejor opción para comer en esta magnífica ciudad española. Recuerda que para comer en Bilbao no necesitas dirigirte directamente al centro de la ciudad ya que también en sus afueras puedes encontrar sitios maravillosos y de renombre. Es un pequeño barrio que se encuentra ubicado en la parte norte del Distrito 4 de Begoña en la ciudad de Bilbao. Su nombre se debe en honor a la congregación de San Francisco de Paula. Guía Low Cost para comer barato en BilbaoEs el Distrito 1 de toda la ciudad de Bilbao y, por consiguiente, es el distrito capital de toda la Provincia Vasca de Vizcaya a pesar que sus terrenos ,no sean tan grandes como otros sectores. Al terminar de comer puedes salir al paseo de Abandoibarra directamente a recorrer la ría bilbaina… y restaurantes baratos en el casco viejo de bilbao un poco la comida. Guisantes con bacon y patatas, tiras de merluza en tempura y tarta de caramelo de lunes a viernes de Se encuentra en el Casco Viejo y la verdad es que nos sorprendió gratamente la primera vez que fuimos. Un lugar muy barato y de gran calidad al que seguro que volveremos en no mucho tiempo. Siempre tienen platos muy elaborados, con nombres imponentes. Este es el interior del restaurante. Aunque no se coman con cuchillo y tenedor, hemos metido aquí también los restaurantes de Pintxos, algo que sin duda tienes que probar en tu visita a Bilbao. El Figón es la alternativa low cost a los pintxos del Casco Viejo. En la plaza nueva no dejes de visitar algunos como el Gure Toki, el Sorginzulo o el Víctoraunque repetimos que no son nada baratos. Aunque si no os ha gustado también nos podéis poner verdes. Me parece buena lista. Un dia de pintxos en el Casco Viejo de BilbaoMuchas gracias por el comentario, Bea. Iremos añadiendo poco a poco mas lugares. De esos que comentas hemos estado en el Don Crepe y nos gustó mucho. Buenos crepes en buena compañía con el dueño, que es un hombre muy simpatico. Hay otro bar señero, el Victor Montes, con mucha tradición en Bilbao. Así, encontraras ricos bocadillos de jamón, pintxo de txangurro, queso con anchoa… eso sí, todo de muy buena calidad. Restaurante Kasko, BilbaoOtro bar a recomendar en la Plaza Nueva es el Zuga, sobre todo por sorprendente y vanguardista. Pero haz el favor de no restringir tu ingesta de pintxos por el Casco Viejo a la Plaza Nueva!! Si buscas buenos pintxos, no te puedes perder los bares Gatz e Irrintzi en la calle Santa María, la croqueta de toda la vida del Txiriboga en esa misma calle. Ahumados y patés deliciosos en el bar Xukela, de la Calle del Perro. En la calle Jardines en el Berton y el Sasibil…. Hola, A mi me gusta mucho un restaurante donde he ido varias veces llamado "Dando la brasa" www. Tienen dos locales, uno en Bilbao, junto al casco viejo y otro en Getxo. Es una cocina diferente mezclando sabores latinos y japoneses. Otro lugar donde he estado hace poco y me gustó, aunque no tiene nada que ver con lo anterior es "La Mary" www. Los mejores restaurantes baratos en BilbaoMostrar mensajes de anteriores: Vall de Uxo - Habitacion Con Jacuzz Tienes algo que contar acerca de Restaurantes en Bilbao. Directorio de la Web. Países World Photo Gallery. Foro de viajes al País Vasco, Navarra y Rioja. Bilbao - Comer En Bilbao. Mogutu Willy Fog Registrado: Nov 14, Mensajes: Jul 17, Mensajes: Mirentxu2 Super Restaurantes baratos en el casco viejo de bilbao Registrado: Ago 07, Mensajes: Morgana Silver Traveller Registrado: Ago 27, Mensajes: Kileann Super Expert Registrado: Sep 20, Mensajes: Ultimo Mensaje - Publicado: Fitipoyo Travel Adict Registrado: Nov 08, Mensajes: Mini artículos para viajeros sobre Restaurantes en Bilbao. Se encuentra entre los pueblos de Bakio y Bermeo, aunque pertenece a la localidad de Bermeo. Otros Tips relacionados con este foro. Un incentivo adicional. o no tanto a una perspectiva chicas normales historia de sexo corta gratis hardcore joder anal mengibar el chat paraguay acerca de Gratis Fotos Sexy De Sexo Anal Msn Latinoamerica Hotmail Benamaurel Travestis. Intercambiado solo sea honesto. cita. encontrar amigos en facebook chat lesbianas Gratis Fotos Sexy De Sexo Anal Msn Latinoamerica Hotmail Benamaurel. 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Registro Original de Vehículos Particulares, Carga, Transporte Público, Privados de PersonasS por Actualización C por Incorporación o Desincorporación Otorgamiento y Renovación para el T. Estudio de Proyecto para la Prestación de los Servicios Conexos Registro de Servicios Conexos Otorgamiento de Licencia de Operaciones de Servicios Conexos Homologación de Vehículo por cambio de Características o Modificación en su Estructura Homologación de Prototipo de Vehículo Registro de Original de Vehículo 2. Registro de Original de Vehículo Importado 3. Correción de Certificado de Registro de Vehículo 4. |